La situación educativa que está creando el Estado junto con el gobierno de
turno no solamente sigue sin satisfacer las necesidades reales del ser humano,
sino que además está sufriendo un grave retroceso de varias décadas
dirigiéndose hacia una educación extremadamente clasista y católica. Sabemos que los sistemas educativos
promovidos por los gobiernos y estados no hacen sino perpetuar las diferencias
sociales y castrar creativamente al individuo, además de ir adiestrándolo en
una especie de celdas que siguen los mismos patrones que las cárceles y las
fábricas: horarios, restricciones, supeditación total a la autoridad, trabajo
en serie, repetitivo y alienante del alumnado, desposesión total del alumnado
de todo aquello que le rodea, etc. Sus
objetivos, la alienación social y la sumisión a las autoridades (patrón,
estado, fuerzas del orden…).
Bien se entiende que un sindicato es una organización de trabajadoras y
trabajadores, y la gran mayoría de estudiantes aún no han conseguido su primer
empleo. Sin embargo, en el mundo
estudiantil, esto es, pre-laboral, durante todo ese dilatado espacio de tiempo
en el que nos formamos para entrar a formar parte del mundo laboral, no existe
un solo sindicato de estudiantes de corte anarquista. No obstante, durante este período de tiempo
el alumnado no cesa de recibir ofensas y ataques a pesar de verse obligado a
seguir siempre las normas dictadas desde las instituciones: horarios a cumplir,
faltas de asistencia, trabajos que presentar, asignaturas que superar para
avanzar…
Pero el problema que debemos afrontar en el mundo estudiantil, desde una
perspectiva anarcosindicalista y revolucionaria, va más allá de las
repercusiones directas del sistema educativo y sus políticas sobre dicho
alumnado, pues los ataques en apariencia dirigidos a estos alumnos y alumnas
extienden su veneno fascista hasta las familias de estos estudiantes. En
efecto, no se trata solamente de provocaciones al estudiantado, sino que se
trata de duros ataques a la clase obrera, la cual no podrá cubrir los
gastos educativos de su familia y en el caso de poder cubrirlos, la educación
por la que está pagando no es precisamente de calidad (entendiendo por
“calidad” la relación directa entre los intereses del alumnado y las enseñanzas
ofrecidas, además de los mecanismos que definen la horizontalidad o
verticalidad de estas relaciones estado-institución-profesor-alumno y la
libertad con que se producen). Es en
este punto donde el movimiento estudiantil y el movimiento obrero se dan la
mano, donde ambos se definen mutuamente, el punto crítico donde evidenciamos
que las políticas estrictamente
educativas afectan únicamente y de manera directa a la clase obrera más
desheredada condenándole eternamente a subyugarse al estado y a la burguesía.
El sistema universitario es quizás el nivel educativo más afectado. Por un lado con el Plan Bolonia 2015 se
pretende volver a un sistema universitario clasista y elitista que regule el
exceso de titulaciones, restringiendo para ello y de manera paulatina el acceso
a los estudios superiores a las hijas e hijos de la clase obrera, a los
desheredados. Por otro lado, se pretende
también llevar el sistema universitario al terreno privado, retirando las becas
y aumentando indiscriminadamente el precio de las tasas. De esta manera las hijas e hijos de la clase
obrera se ven condenadas a vender su fuerza de trabajo bajo unas pésimas
condiciones de por vida, y esto en el mejor de los casos. En el peor, se pasarán más tiempo sin empleo y
dependiendo de la caridad y las pocas ayudas sociales hasta que se vean
obligados a robar, a traficar con drogas o a otros medios similares para poder malvivir
y sobrevivir. Para el capitalismo
fascista resultaba intolerable que la hija de una obrera llegase a tener dos o
más titulaciones universitarias y pudiese acceder a los mismos puestos de
trabajo que la hija de una burguesa o una aristócrata.
En los institutos de secundaria y bachiller nuestras jóvenes empiezan a
consolidar sus relaciones sociales y a proyectar su futuro estatus social. El sistema educativo estatal muestra en esta
etapa sus más feroces fauces pero de una manera sutilmente disimulada. Al igual que en las prisiones, en los
institutos se produce un agresivo moldeamiento del individuo: es aquí donde culmina
su clasificación en el mundo educativo y empieza a gestarse su clasificación
futura en la sociedad. En efecto, es en
esta etapa donde se inculcan en nuestras jóvenes los diferentes sentimientos de
alienación, de frustración, donde se les hace creer que no sirven para nada,
donde se destruyen sus expectativas, donde se aceptan los poderes y las
jerarquías, donde se determina quiénes pasaran a formar parte de la masa obrera
más explotada y quiénes podrán seguir estudiando para poder llegar a explotar a
otras personas. Es la etapa educativa más conflictiva para el individuo y a la vez es
la más estricta y regulada y donde han de mostrar mayor sumisión a las normas y
a la autoridad. Y paralelamente, se
trata del período vital más crucial para el individuo ya que durante la
pubertad y la adolescencia es cuando definimos en mayor medida nuestra
personalidad, cuando encontramos a nuestros grupos de iguales y a nosotros
mismos. Y los acontecimientos vividos en
estas edades marcarán todo nuestro futuro no sólo socialmente sino también
psicológicamente, y este es el factor más importante y por el que debemos
intervenir y ayudar en la organización estudiantil.
Hace años que el sector socialdemócrata burgués, el sector comunista
controlador, el sector fascista autoritario, y los sectores nacionalistas se
han dado cuenta del potencial movilizador del mundo estudiantil y por ello
crearon a sus propios sindicatos amarillos de estudiantes, que no son más que
carroñeras lavadoras de mentes esperando captar votos políticos para sus
partidos. El sector anarquista ha optado
en algunas universidades por organizarse en grupos de afinidad con una estructura
mínima y, por desgracia, con una escasa repercusión, además del impedimento a
la hora de poder convocar huelgas estudiantiles. Dichas huelgas son convocadas por los
sindicatos pseudo-obreros de manera desorganizada y descoordinada, teniendo
como resultado la división de fuerzas, tanto entre diferentes regiones dentro
del mismo nivel educativo (una semana en Madrid, la otra en Cataluña y/o
Valencia…) como entre diferentes niveles en la misma región (esta semana huelga
solamente de secundaria y bachiller, la próxima huelga solamente universitaria…). La implantación de Sindicatos de Estudiantes desde
el anarcosindicalismo revolucionario posibilitaría la coordinación en las
acciones directas y las movilizaciones, tanto entre diferentes regiones como en
diferentes niveles, además de hacer posible también la coordinación entre
estudiantes y el profesorado de filiación anarquista.
Hemos visto como tanto en la
enseñanza media como en la enseñanza superior no solamente se abusa y se ataca
al estudiante, sino también y sobretodo a su familia obrera y, por ende, a toda
la clase obrera, perpetuándola en la explotación y la sumisión al estado y al
capital. Y las y los anarcosindicalistas
no podemos abandonar a nuestras y nuestros chavales a su suerte y no
facilitarles su organización hasta que se adentren en el mundo laboral o
desistan del estudiantil, pues todas las cicatrices que muestran la obrera
y el obrero cuando ya adultos se acercan a nuestro sindicato son producto de
las puñaladas recibidas durante su etapa estudiantil, en su juventud, puñaladas
que jamás terminarán de cicatrizar y que los marcarán para toda su vida.
El estudiantado está descontento tanto por la calidad de la educación
impartida como por la manera en que ésta se imparte y gestiona, quiere estallar
pero aún no sabe cómo, quiere organizarse pero aún no ha logrado emanciparse de
las influencias burguesas reformistas de los sindicatos de partido, el
movimiento estudiantil de este lustro admira el mayo del 68, quiere emprender
un cambio, una revolución, ser protagonista de su historia… y es posible que se
encuentre más preparado que en otras ocasiones históricas y con muchos más
instrumentos de organización, pero también es verdad que se siente más
desorientado que nunca. Desea estallar,
desea andar sobre los escombros de este mundo hacia un nuevo horizonte, pero no
sabe cómo llegar, cómo caminar…
El anarcosindicalismo debe
hacerse presente en los movimientos estudiantiles, actualmente tan
desorientados y manipulados, y lograr que avancen de la mano del movimiento
obrero que dentro de unos años los acogerá, pues están en su pleno derecho de
intervenir y organizar el mundo laboral en el que se verán inmersos en un
futuro muy próximo.
El asalariado teme perder su empleo, teme perder su presente, y muchas veces
ello le impide organizarse y luchar; el negro presente del asalariado define su
futuro, decide sobre sus acciones y sobre su vida. Pero el estudiante no teme tanto por el
presente como por su futuro, su futuro es más importante, su futuro define su
presente, y no se resignan a encontrarse de pleno ante un futuro oscuro y nada
halagüeño. Al no tener un presente que
perder su predisposición a la lucha resulta más evidente.
Y tal vez debiéramos insistir más en aquello que podría lograrse, mostrar
los horizontes de la libertad, las conquistas otrora ganadas… insistir
demasiado en describir aquello que nos ataca, insistir en acciones de denuncia,
resulta bastante ineficaz ya que la mayoría de la gente ya se conoce de memoria
esta parte de la lección. Saben quién o
qué nos ataca, conocen los daños infringidos, pero desconocen aún qué hay más
allá de la lucha, qué beneficios nos puede traer, y este desconocimiento se
traduce en miedo por actuar, en apatía, en pasividad.
Ya para terminar, el curso está a punto de empezar y no podemos ni debemos
demorarnos en formalismos y perífrasis para bordear la acción, como
anarcosindicalistas debemos ser responsables y responder ante todos los ataques
a la clase obrera, y los ataques al estudiantado también son ataques a la clase
obrera. Como anarcosindicalistas,
también tenemos que tener claras nuestras reivindicaciones en el mundo
educativo y estudiantil: no defender reformas legislativas, no defender la
educación del estado, sino defender la autonomía y la libertad del individuo
para poder formarse, organizarse y alcanzar su plenitud.
Salud, Revolución y Anarquía.