martes, 27 de agosto de 2013

Anarcosindicalismo y Movimiento Estudiantil



La situación educativa que está creando el Estado junto con el gobierno de turno no solamente sigue sin satisfacer las necesidades reales del ser humano, sino que además está sufriendo un grave retroceso de varias décadas dirigiéndose hacia una educación extremadamente clasista y católica.  Sabemos que los sistemas educativos promovidos por los gobiernos y estados no hacen sino perpetuar las diferencias sociales y castrar creativamente al individuo, además de ir adiestrándolo en una especie de celdas que siguen los mismos patrones que las cárceles y las fábricas: horarios, restricciones, supeditación total a la autoridad, trabajo en serie, repetitivo y alienante del alumnado, desposesión total del alumnado de todo aquello que le rodea, etc.  Sus objetivos, la alienación social y la sumisión a las autoridades (patrón, estado, fuerzas del orden…).

Bien se entiende que un sindicato es una organización de trabajadoras y trabajadores, y la gran mayoría de estudiantes aún no han conseguido su primer empleo.   Sin embargo, en el mundo estudiantil, esto es, pre-laboral, durante todo ese dilatado espacio de tiempo en el que nos formamos para entrar a formar parte del mundo laboral, no existe un solo sindicato de estudiantes de corte anarquista.  No obstante, durante este período de tiempo el alumnado no cesa de recibir ofensas y ataques a pesar de verse obligado a seguir siempre las normas dictadas desde las instituciones: horarios a cumplir, faltas de asistencia, trabajos que presentar, asignaturas que superar para avanzar… 

Pero el problema que debemos afrontar en el mundo estudiantil, desde una perspectiva anarcosindicalista y revolucionaria, va más allá de las repercusiones directas del sistema educativo y sus políticas sobre dicho alumnado, pues los ataques en apariencia dirigidos a estos alumnos y alumnas extienden su veneno fascista hasta las familias de estos estudiantes.  En efecto, no se trata solamente de provocaciones al estudiantado, sino que se trata de duros ataques a la clase obrera, la cual no podrá cubrir los gastos educativos de su familia y en el caso de poder cubrirlos, la educación por la que está pagando no es precisamente de calidad (entendiendo por “calidad” la relación directa entre los intereses del alumnado y las enseñanzas ofrecidas, además de los mecanismos que definen la horizontalidad o verticalidad de estas relaciones estado-institución-profesor-alumno y la libertad con que se producen).  Es en este punto donde el movimiento estudiantil y el movimiento obrero se dan la mano, donde ambos se definen mutuamente, el punto crítico donde evidenciamos que las políticas estrictamente educativas afectan únicamente y de manera directa a la clase obrera más desheredada condenándole eternamente a subyugarse al estado y a la burguesía.

El sistema universitario es quizás el nivel educativo más afectado.  Por un lado con el Plan Bolonia 2015 se pretende volver a un sistema universitario clasista y elitista que regule el exceso de titulaciones, restringiendo para ello y de manera paulatina el acceso a los estudios superiores a las hijas e hijos de la clase obrera, a los desheredados.  Por otro lado, se pretende también llevar el sistema universitario al terreno privado, retirando las becas y aumentando indiscriminadamente el precio de las tasas.  De esta manera las hijas e hijos de la clase obrera se ven condenadas a vender su fuerza de trabajo bajo unas pésimas condiciones de por vida, y esto en el mejor de los casos.  En el peor, se pasarán más tiempo sin empleo y dependiendo de la caridad y las pocas ayudas sociales hasta que se vean obligados a robar, a traficar con drogas o a otros medios similares para poder malvivir y sobrevivir.  Para el capitalismo fascista resultaba intolerable que la hija de una obrera llegase a tener dos o más titulaciones universitarias y pudiese acceder a los mismos puestos de trabajo que la hija de una burguesa o una aristócrata.

En los institutos de secundaria y bachiller nuestras jóvenes empiezan a consolidar sus relaciones sociales y a proyectar su futuro estatus social.  El sistema educativo estatal muestra en esta etapa sus más feroces fauces pero de una manera sutilmente disimulada.  Al igual que en las prisiones, en los institutos se produce un agresivo moldeamiento del individuo: es aquí donde culmina su clasificación en el mundo educativo y empieza a gestarse su clasificación futura en la sociedad.  En efecto, es en esta etapa donde se inculcan en nuestras jóvenes los diferentes sentimientos de alienación, de frustración, donde se les hace creer que no sirven para nada, donde se destruyen sus expectativas, donde se aceptan los poderes y las jerarquías, donde se determina quiénes pasaran a formar parte de la masa obrera más explotada y quiénes podrán seguir estudiando para poder llegar a explotar a otras personas.  Es la etapa educativa más conflictiva para el individuo y a la vez es la más estricta y regulada y donde han de mostrar mayor sumisión a las normas y a la autoridad.  Y paralelamente, se trata del período vital más crucial para el individuo ya que durante la pubertad y la adolescencia es cuando definimos en mayor medida nuestra personalidad, cuando encontramos a nuestros grupos de iguales y a nosotros mismos.  Y los acontecimientos vividos en estas edades marcarán todo nuestro futuro no sólo socialmente sino también psicológicamente, y este es el factor más importante y por el que debemos intervenir y ayudar en la organización estudiantil.

Hace años que el sector socialdemócrata burgués, el sector comunista controlador, el sector fascista autoritario, y los sectores nacionalistas se han dado cuenta del potencial movilizador del mundo estudiantil y por ello crearon a sus propios sindicatos amarillos de estudiantes, que no son más que carroñeras lavadoras de mentes esperando captar votos políticos para sus partidos.  El sector anarquista ha optado en algunas universidades por organizarse en grupos de afinidad con una estructura mínima y, por desgracia, con una escasa repercusión, además del impedimento a la hora de poder convocar huelgas estudiantiles.  Dichas huelgas son convocadas por los sindicatos pseudo-obreros de manera desorganizada y descoordinada, teniendo como resultado la división de fuerzas, tanto entre diferentes regiones dentro del mismo nivel educativo (una semana en Madrid, la otra en Cataluña y/o Valencia…) como entre diferentes niveles en la misma región (esta semana huelga solamente de secundaria y bachiller, la próxima huelga solamente universitaria…).  La implantación de Sindicatos de Estudiantes desde el anarcosindicalismo revolucionario posibilitaría la coordinación en las acciones directas y las movilizaciones, tanto entre diferentes regiones como en diferentes niveles, además de hacer posible también la coordinación entre estudiantes y el profesorado de filiación anarquista. 


Hemos visto como tanto en la enseñanza media como en la enseñanza superior no solamente se abusa y se ataca al estudiante, sino también y sobretodo a su familia obrera y, por ende, a toda la clase obrera, perpetuándola en la explotación y la sumisión al estado y al capital.  Y las y los anarcosindicalistas no podemos abandonar a nuestras y nuestros chavales a su suerte y no facilitarles su organización hasta que se adentren en el mundo laboral o desistan del estudiantil, pues todas las cicatrices que muestran la obrera y el obrero cuando ya adultos se acercan a nuestro sindicato son producto de las puñaladas recibidas durante su etapa estudiantil, en su juventud, puñaladas que jamás terminarán de cicatrizar y que los marcarán para toda su vida.

El estudiantado está descontento tanto por la calidad de la educación impartida como por la manera en que ésta se imparte y gestiona, quiere estallar pero aún no sabe cómo, quiere organizarse pero aún no ha logrado emanciparse de las influencias burguesas reformistas de los sindicatos de partido, el movimiento estudiantil de este lustro admira el mayo del 68, quiere emprender un cambio, una revolución, ser protagonista de su historia… y es posible que se encuentre más preparado que en otras ocasiones históricas y con muchos más instrumentos de organización, pero también es verdad que se siente más desorientado que nunca.  Desea estallar, desea andar sobre los escombros de este mundo hacia un nuevo horizonte, pero no sabe cómo llegar, cómo caminar…  

El anarcosindicalismo debe hacerse presente en los movimientos estudiantiles, actualmente tan desorientados y manipulados, y lograr que avancen de la mano del movimiento obrero que dentro de unos años los acogerá, pues están en su pleno derecho de intervenir y organizar el mundo laboral en el que se verán inmersos en un futuro muy próximo. 

El asalariado teme perder su empleo, teme perder su presente, y muchas veces ello le impide organizarse y luchar; el negro presente del asalariado define su futuro, decide sobre sus acciones y sobre su vida.  Pero el estudiante no teme tanto por el presente como por su futuro, su futuro es más importante, su futuro define su presente, y no se resignan a encontrarse de pleno ante un futuro oscuro y nada halagüeño.  Al no tener un presente que perder su predisposición a la lucha resulta más evidente.

Y tal vez debiéramos insistir más en aquello que podría lograrse, mostrar los horizontes de la libertad, las conquistas otrora ganadas… insistir demasiado en describir aquello que nos ataca, insistir en acciones de denuncia, resulta bastante ineficaz ya que la mayoría de la gente ya se conoce de memoria esta parte de la lección.  Saben quién o qué nos ataca, conocen los daños infringidos, pero desconocen aún qué hay más allá de la lucha, qué beneficios nos puede traer, y este desconocimiento se traduce en miedo por actuar, en apatía, en pasividad.

Ya para terminar, el curso está a punto de empezar y no podemos ni debemos demorarnos en formalismos y perífrasis para bordear la acción, como anarcosindicalistas debemos ser responsables y responder ante todos los ataques a la clase obrera, y los ataques al estudiantado también son ataques a la clase obrera.  Como anarcosindicalistas, también tenemos que tener claras nuestras reivindicaciones en el mundo educativo y estudiantil: no defender reformas legislativas, no defender la educación del estado, sino defender la autonomía y la libertad del individuo para poder formarse, organizarse y alcanzar su plenitud.

Salud, Revolución y Anarquía.






lunes, 26 de agosto de 2013

Conciencia de clase

Hoy la clase obrera no aspira como antaño a emanciparse de la opresión y la esclavitud, a expropiar al estado y a la burguesía todos los recursos que acumulan para que todo el mundo pueda beneficiarse.  No, hoy no aspira a destruir a la burguesía.  Hoy desea vivir como la burguesía.


¿Acaso no te das cuenta de que nunca formarás parte de su casta?  Sí, puedes llevar una vida similar a la suya a cambio de esclavizarte con tu patrón y con los bancos.  Sí, te permiten poseer ciertos artículos para que luego temas perderlos y así te muestres sumisos ante sus pretensiones.  ¿O es que creías que la fabricación en serie de productos extremadamente perecederos y de baja calidad, para que pudieras acceder a ellos, existe porque vivimos en un estado de bienestar donde todo el mundo puede tener aquello que desee?  Existe para que puedas consumir más y así ellos tengan que fabricar más, para enriquecerse mucho más, claro está.  Gastas tu dinero en artículos que tú mismo fabricas.  En cambio, no te ganas esos artículos con el sudor de tu frente, los adquieres gracias a la intermediación de los bancos y financieras, a los créditos, a las facilidades de pago… todo sea por consumir, todo sea por enriquecer más al empresario que no trabaja.

La tecnología actual nos permite organizarnos de manera más rápida y eficaz, permite una mayor comunicación si se utiliza bien.  La misma tecnología actual permite aumentar la producción a pasos agigantados, pero ello no repercute en las mejoras laborales.  Al contrario, en vez de mejorar las condiciones laborales del trabajador porque la producción aumenta y los beneficios se multiplican, éste se ve cada vez más abocado a una situación de esclavitud encubierta.  Y puesto que ha decidido querer ser como los burgueses y ha asumido ciertos créditos con los bancos, este trabajador ha decidido también no poner en riesgo su lugar de trabajo.  No lo pone en riesgo porque siente que todo el mundo que ha creado a su alrededor, su casa, su familia, su coche, la ropa, el agua, la luz, el móvil… que su vida entera depende únicamente de ese puesto de trabajo, de ese mísero sueldo y de ese empresario sediento de beneficios.  Por lo tanto, opta por adoptar una actitud egoísta, por pensar “me da igual lo que ocurra, yo debo conservar este puesto de trabajo, necesito el salario”.

Esta postura se ve más acentuada en los tiempos actuales, en los que no abunda el trabajo y sobran trabajadores.  Sin embargo, tiene su lógica: si la tecnología permite que aumente la producción con menos trabajadores, llegará un momento que serán necesarias muchas menos personas para producir la misma cantidad de bienes o artículos.  Este proceso inverso y paralelo está destinado a colapsarse, creando situaciones extremas de pobreza y un estrato social muy similar a la de la tiempos feudales.  El momento del colapso vendrá cuando ya no puedan incorporarse más personas al consumo (se incorporó la mujer aprovechando los movimientos feministas y estos últimos años se ha incorporado a jóvenes y chavales de muy cortas edades –con juguetes de diseño, teléfonos móviles y ordenadores a edades cada vez más tempranas, ropas de marca, etc.-, así como a las clases más humildes con los famosos stocks, los créditos, segundas marcas y marcas blancas), entonces el sistema de producción necesitará de un máximo de unidades para poder obtener beneficios (ya que el resto no se venderá) máximo que obtendrá cada vez con menos trabajadores a medida que avance la tecnología.

Pero no pasa nada, asumida a la fuerza tu actitud egoísta, solamente importa el momento presente, del pasado reniegas y del futuro solamente quieres ver sueños, pero nunca la realidad.  “Ya pasará… ya estaremos mejor… cuando pase la crisis, yo…”

Piensa unos instantes, reflexiona… ¿realmente vale la pena? ¿Vale la pena vivir siempre como un esclavo para poseer bienes que condicionarán tu vida el resto de tus días?  ¿No sería mucho mejor que todo aquello que acumulan y poseen las clases pudientes, la burguesía, el estado, la iglesia… fuese puesto en común para beneficio de todos los mortales y no sólo de unos pocos?  Si eres consciente de que se produce en masa para que consumamos más, si eres consciente de que sobran recursos para que todo el mundo vivamos en la abundancia, sin miserias, sin hambres… ¿por qué te conformas con una vida de miedos, de privaciones, de esclavitud, de angustias… para que ellos vivan con todos los excesos y comodidades?  ¿De verdad piensas que todo debe funcionar así y ya está?  A lo largo de los siglos el ser humano ha ido conformando su propia historia… ¿por qué no lo hacemos ahora nosotras y nosotros?  Sin nosotros que producimos todo lo existente en este planeta, ellos no son nadie ni nada.

Tú cultivas los alimentos que sacian los estómagos de todo el mundo, tú construyes las casas que nos resguardan del frío y del calor, tú produces la ropa que viste hasta el último habitante de la tierra, tú fabricas, los vehículos, los electrodomésticos y cualquier bien material que exista sobre la faz de la tierra.  Y en cambio, otorgas los beneficios a ellos y vendes tu fuerza de trabajo para poder comprar aquello que tú mismo produces.

Algunos dirán:  “si el empresario no hubiese invertido el capital, nosotros no podríamos trabajar, no podríamos comprar ni la nave ni las máquinas”.  En primer lugar, ¿con qué derecho este empresario dispone del capital necesario, y tú no?  A este empresario seguramente le echarán una mano los políticos de turno, con los permisos, licencias, etc.  Le impondrán facilidades.  Pero, salvando este hecho y asumiéndolo como natural aunque en absoluto lo sea,  pongamos que el empresario invierte 600.000 euros en una fábrica o empresa, y que este empresario obtenga unos beneficios netos anuales de 35.000 euros, cantidad bastante por debajo de la media real.  Pues en menos de 18 años el empresario habría recuperado el dinero invertido y habría obtenido beneficios.  Y si tenemos en cuenta que cada año el porcentaje de beneficios respecto a la inversión crece, pues la inversión se va amortizando, los beneficios llegan en menos tiempo.  El empresario suele invertir en bolsa, ingresar a plazo fijo, y ejercer otras operaciones que hacen que sus beneficios produzcan nuevos beneficios.  Con esos beneficios puede incluso abrir otra nave y otra nueva empresa, cuyos costes serán nulos ya que el capital proviene de un beneficio anterior.

Este empresario ha prestado unas instalaciones a unos trabajadores que le han pagado por poder usarlas en concepto de beneficios, y sus sueldos anuales equivalen a un porcentaje muy bajo respecto al valor del artículo acabado o servicio prestado.  Es decir, de todo el beneficio de lo que producen los trabajadores, éstos solamente se quedan una pequeña parte de este dinero en concepto de salario y todo el resto son beneficios para el empresario, es como si pagásemos al empresario por trabajar.  Así que en unos años, estos trabajadores deberían de poseer la nave y las máquinas, puesto que ya se las han pagado al empresario con su trabajo, pero en cambio el empresario seguirá poseyendo la nave, las máquinas y los beneficios, pasen los años que pasen.  Puede incluso que su descendencia continúe al frente de esta empresa cuyos trabajadores ya le han producido dos o tres veces su valor.


Este sistema es casi idéntico al sistema feudal, donde el campesino debía de pagar el diezmo, una parte de su cosecha, al dueño de las tierras que ellos mismos cultivaban.  Este dueño de las tierras, de no haber campesinos que la cultivasen, solamente hubiese poseído un pedazo yermo de tierra; pero con campesinos que la cultivasen, se otorgaba el derecho de llamarse señor y de mandar sobre ellos además de robarles parte de la cosecha:  vivía de estos campesinos, de su trabajo, y él no trabajaba nunca, nunca se fatigaba ni sudaba para comer.  Sin campesinos, se hubiera muerto de hambre.  Y hace más de mil años que seguimos igual.  De la misma manera, hoy entregas una parte de tu propia producción al dueño de unas máquinas que sin ti, nada harían.

Siguiendo con este ejemplo y volviendo al empresario del ejemplo anterior, si en un momento dado el empresario desapareciese de repente, la fábrica continuará produciendo pues los trabajadores conocen sus funciones, las máquinas, los pasos a seguir, todo funcionará perfectamente.  Pero si el empresario se levanta un día y de repente ve su fábrica totalmente vacía de trabajadores, sin nadie que haga funcionar las máquinas, ello supondría su ruina, no se produciría nada, y ni la nave ni las máquinas servirían para nada en absoluto.

El empresario, el jefe, el patrón, te imponen sus condiciones de trabajo, auspiciadas bajo el poder del Estado.  Patrón, burgués… son conceptos más típicos de hace cien años que de este siglo XXI.  Pero su contenido sigue presente, sus significados siguen vigentes… ¿por qué cambiar el significante, el nombre?  Bien es conocido por todos el poder del lenguaje sobre las sociedades.  Recuperemos pues nuestro propio lenguaje, el lenguaje del pueblo oprimido que quiere liberarse.

El patrón, pues, impone sus propias condiciones de trabajo, cada vez más explotadoras e indignas para nosotras y nosotros.  Pero nosotros, quienes hacemos que se enriquezcan produciendo y consumiendo, ya no somos capaces de plantarnos ante este patrón y ante el Estado y decir “¡basta!”.  No somos conscientes de que si nos detenemos, su vida también se detiene, de que si luchamos, su poder sobre nosotros se desvanece.  Pero en vez de decirle al patrón y al Estado “oye, si yo me planto y no produzco más, tus fábricas no servirán para nada, así que vas a respetar a tus trabajadores”, callamos y agachamos la cabeza humildemente, aceptando con resignación toda agresión laboral a causa del temor a perder este puesto de trabajo.  Así, conseguimos que el propio trabajador sea el primero que teme la organización de los mismos trabajadores, en vez de ser el patrón quien tema esta organización.

Pero puede llegar el día en que nos plantemos y exclamemos: “nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros mismos ya pagamos con creces todas estas fábricas, escuelas, hospitales… nosotros las construimos y nosotros las hacemos funcionar.  Sí, nosotros somos quienes hacemos funcionar la sociedad, y no vosotros, aves de rapiña, que no hacéis sino entorpecer nuestra evolución hacia una sociedad mayor.  Y puesto que nosotros somos el motor de la sociedad, no queremos lastres en nuestra marcha hacia el futuro.  Os desterramos de estas nuestras fábricas, de nuestros colegios y universidades, de nuestros hospitales, os desterramos de nuestras vidas. ”  ¿Es una locura?  Tal vez lo sea, pero lo será para el Estado y la burguesía.  Para nosotros será la liberación.

Si quieren cerrar una fábrica y desmantelarla para llevársela a otros lugares, ¿acaso sus obreros no pueden tomarla en pleno derecho y seguir con una producción que sí tiene demanda?  Si quieren cerrar escuelas y hospitales, o privatizarlos, ¿acaso no existen bastantes profesionales en situación de desempleo, además de los que estén en activo y se vean afectados, para continuar con las funciones que desempeñan estos centros?  ¿Acaso el barrio, pueblo o ciudad afectados no serían capaces de gestionarlo todo comunitariamente, dado que responde a intereses directos?  Creer que no es posible significa defender la incapacidad del ser humano.  Pero el ser humano es capaz de realizar las más grandes maravillas, no hay más que repasar la historia.

Esto eres tú: la clase obrera.  Eres la clase oprimida, la que trabaja para enriquecer a otros, la que consume lo mismo que ella misma produce, la que regala al burgués su salud, su esfuerzo y su propia vida.  Y solamente tú, motor de la vida, motor de la historia, puedes cambiar tu destino.  ¿Por qué dejarlo a merced de quienes te oprimen y explotan, de quienes se aprovechan de ti?  ¿Crees de verdad que les interesa mejorar tus condiciones a expensar de empeorar las suyas?  No seas iluso, no hay más realidad que lo que ellos llaman utopía y tú estás viviendo en una falsa realidad por ellos creada y controlada.

Piensa, reflexiona, cuestiónatelo todo, y siéntete capaz de todo, pues realmente lo eres.  Piensa si realmente merece la pena seguir manteniendo este sistema injusto donde unos pocos viven de otros muchos.  El mundo puede ser de otra manera, y lo sabes.

Salud, anarquía y revolución social.