La gran pregunta del millón… ¿y después
del 22M, qué ocurrirá? Una pregunta
esencial que debe preceder siempre a cualquier jornada de lucha, analizando crítica
y constructivamente los resultados de dichas jornadas para proyectarlos hacia
el futuro con nuevas estrategias. Pero parece ser que esta vez no ocurre así,
al menos de momento.
Estos días se exalta el 22M como si de
un gran logro se tratase, como una gran victoria que ha cambiado el devenir de
los acontecimientos. Pero nada ha
cambiado, todo sigue igual: el estado reprimiendo, el patrón explotando, el
cura engañando… y el pueblo agonizando.
Esta casi divinización de la jornada del
pasado 22 de marzo resulta más peligrosa que beneficiosa para el movimiento
libertario, pues se percibe una acción de petición al estado para que cambie
sus políticas como una gran victoria del pueblo organizado. ¿Una victoria? ¿Qué se ha ganado? Así pues, de esta exaltación sale reforzado
el ciudadanismo con sus estrategias.
Entonces, quizás habría que adoptar una
actitud más crítica para que de esta experiencia podamos extraer conclusiones
que nos acerquen más hacia la Revolución Social. Puede que ver estas cuestiones bajo una
dicotomía muy simplificada nos despeje algunas dudas; dejemos de lado las
múltiples formaciones que participaron, reformistas, plataformistas,
revolucionarios, ciudadanismas, partidistas… y reduzcámoslo a dos tipos de
militancia social: pro-estado y anti-estado.
Viéndolo así, la incoherencia de divinizar unas jornadas pro-estado son
más que evidentes.
No puede negarse la enorme afluencia de
personas hacia la capital. ¿Que se ha
conseguido esta gran afluencia al margen de los sindicatos mayoritarios y
amarillos? Sí. Es obvio, pero esto lleva ocurriendo desde el
famoso “15M”, si no contamos con los movimientos antiglobalización en Barcelona
de la década anterior, así que ello ahora no supone ninguna novedad. Y si en las movilizaciones anteriores, menos
masivas, se hubiese hecho una campaña de varios meses y se hubiesen fletado
autobuses desde todos los puntos de la península, ¿no hubiesen sido igual de
masivas esas movilizaciones?
Es más, cabría analizar si realmente
unas movilizaciones masivas al margen de los grandes partidos y sindicatos, a
la par auspiciadas por otros sindicatos no tan grandes pero igual de vendidos y
por partidos y experimentos políticos de menor envergadura, repercuten en algún
aspecto positivo para el movimiento anarquista.
Sí, puede que compartamos el asamblearismo (no en todos los casos lo
comparten), una de nuestras herramientas, pero no compartimos ni principios
(antiautoritarios y antiestatales), ni tácticas (acción directa, boicot y
sabotaje), ni finalidades (abolición del estado y de toda forma de opresión,
construcción colectiva de la Anarquía).
La contundencia en la defensa frente a
los represores del estado también se destaca estos días. Pero esta contundencia es un elemento que va in crescendo desde hace ya algún
tiempo. Y aquí las estadísticas también
juegan un gran papel, pues si había más participantes en general, mayor
proporción habría de personas decididas a luchar hasta las últimas
consecuencias, es lógico. Así que la
autodefensa tampoco es un logro de esta convocatoria, sino la consecuencia del
aumento de la represión hacia el pueblo en confluencia con una gran masa
descontenta reunida.
No nos equivoquemos, no se trata de dar
la espalda y rechazar todas y cada una de las convocatorias que se hagan y de
aislarnos del pueblo, ni tampoco se trata de acudir sin más con un discurso
propio, con nuestro discurso revolucionario.
Se trata de acudir con una acción revolucionaria propia y que distinga
al anarquismo de todo el resto de movimientos sociales politizados y
pro-estatales. Se trata de acudir con
una estrategia propia y bien organizada de antemano, de estar preparados desde
meses atrás para extender unas revueltas que se convertirán en revolución, una
estrategia que contemple la socialización de espacios a lo largo de estas
jornadas, que contemple la ocupación forzosa y posterior socialización de
fábricas a punto de cerrar (panrico, coca-cola…), que contemple la toma de
edificios públicos y administrativos, que prepare la prolongación de estas
jornadas, iniciadas siempre los fines de semana, hasta los días laborables en
los que los cortes de carreteras, polígonos, etc. paralicen realmente la
sociedad y desemboquen en huelgas revolucionarias… ¿Utopía?
¿Y qué hacemos las y los anarquistas, sino luchar para que esta Utopía
se convierta en realidad?
Finalmente, podría afirmar que estas
movilizaciones no dejan de ser un experimento ciudadanista más. Las personas allí asistentes se marcharon sin
saber cuál es nuestra alternativa revolucionaria. Tal vez sí que percibieron nuestra firmeza y
decisión… ¿pero hacia dónde? Aunque las
consignas y las pancartas fuesen distintas, la estrategia, las acciones, la
idea transmitida… no difirieron mucho del resto de participantes, por más que
me duela decirlo tras haber comprobado todas las energías que estas compañeras
y compañeros dedicaron a esta jornada. Y
si todas estas energías que se han usado por parte de algunos para coordinarse
con formaciones de la izquierda institucional (incluidos pseudo-sindicatos), se
hubiese invertido dentro del mismo movimiento anarquista (CNT, FAI, FIJL, CNA,
Ateneos, grupos de afinidad…) para elaborar una estrategia propia, otro gallo
cantaría, como versa la canción.
Con todo, sí que hay una parte del 22M
que me satisface, y es lo único positivo que a mi modo de entender extraigo de
esta convocatoria: la fraternidad que ha producido en las compañeras y
compañeras de toda la península que se han reunido en Madrid, compañeros y
compañeras que hasta entonces no se conocían en persona y que gracias a esto
han podido darse un sincero y libertario abrazo, construyendo así un sindicato
anarquista desde la solidaridad, la humanidad y la fraternidad.
Tal vez seamos capaces realmente de
aprovechar la inercia de este tipo de jornadas para redirigirla hacia acciones
verdaderamente revolucionarias. Sé que
lo seremos porque el movimiento anarquista ibérico cuenta con grandes personas
en su militancia, tanto en CNT como en FAI, FIJL, y demás Ateneos y grupos de
afinidad.
En fin, 22M… ¿y después, qué? La Revolución Social depende de nosotras y de
nosotros, de nuestra lucha por la libertad y su extensión al resto del pueblo. Invirtamos de una vez todas nuestras fuerzas
en ella.
Barbanegra