domingo, 10 de mayo de 2020

Las paradojas de la sociedad del siglo XXI: el Estado de Bienestar


LAS PARADOJAS DE LA SOCIEDAD DEL SIGLO XXI


La intervención social en los Estados de Bienestar y el sistema neoliberal

La idea de Estado del Bienestar a menudo va ligada a la idea de Democracia moderna.  Es la idea de una democracia cada vez más participativa que satisface todas las necesidades de sus conciudadanos mediante la construcción social, económica y política de un modelo de sociedad paternalista y benévolo llamado " Estado de Bienestar ".  ¿Pero realmente es eficaz este modelo de vertebración social?  ¿Consigue satisfacer las necesidades de la clase trabajadora y atender a los intereses de los sectores más desfavorecidos?   ¿Es, en definitiva, la consecución del Estado de Bienestar lo más deseable, pudiendo considerarlo el punto más álgido del progreso social?
Desde una visión historiográfica y oficial, si la aparición de las democracias fue quizás lo más destacable a lo largo del siglo XX, en las sociedades contemporáneas del siglo XXI los avances científicos y tecnológicos y la hiperinformación tratan de modernizar las democracias del siglo anterior para reforzar y consolidar el nuevo tesoro: el Estado de Bienestar
Sin embargo, ¿hemos obtenido los resultados esperados? La mayor participación del conjunto de la sociedad y la existencia de relaciones de cooperación entre distintos países y organismos debería haber asegurado la creación de sociedades igualitarias donde todos y cada uno de sus miembros tienen cubiertas sus necesidades básicas y vitales.  Pero pese a todo, parece que los objetivos no acaban de lograrse.  Probablemente incluso muchas veces ni siquiera se contemplan objetivos a alcanzar y, por tanto, no existe ninguna actuación ni intervención de ningún organismo.  
Las sociedades modernas del siglo XXI, muchas de las cuales ya cuentan con más de un siglo tratando de mejorar sus democracias, no han conseguido todavía eliminar las desigualdades que acogen en su seno.  Aunque puede que hayan democratizado las instituciones y las estructuras estatales, no han conseguido aún democratizar la sociedad, no han conseguido extender la igualdad a todos los ámbitos: el educativo, el laboral, el sanitario, etc.
Entonces aparece la primera paradoja, una contradicción en pleno siglo XXI y en la que una sociedad modernizada industrial y tecnológicamente sigue dividiéndose en dos sectores: los ciudadanos y los desheredados, es decir, aquellos que pueden mantener su vida pública e individual de acuerdo con el entorno social, y aquellos que no pueden acceder a este entorno social, a una alimentación y educación adecuadas, a posibilidades laborales dignas y lejos de la precariedad...  en pocas palabras, aquellos a quienes les es negada la condición plena de ciudadanos.  Son la mano de obra barata y no cualificada que necesitan los estados neoliberales, cuyos intereses se contraponen directamente a los objetivos de los supuestos Estados de Bienestar.  Y mientras no desaparezca esta dualidad que caracteriza a los sistemas democráticos, nuestras sociedades no estarán nunca a la altura de la historia que nos ha tocado vivir.


El futuro del Estado de Bienestar
¿Hacia dónde debería caminar el Estado de Bienestar? Pues hacia la disolución de sí mismo, hacia su desaparición en tanto que se han eliminado las desigualdades sociales y las funciones de este Estado de Bienestar quedan ya obsoletas y sin sentido. Esta debería ser la verdadera tarea del Estado de Bienestar: la desaparición de todas las desigualdades en una sociedad y la participación activa en la organización de todos los ámbitos de la vida social e individual.  En el momento en el que este objetivo se haya alcanzado, en el momento en el que una misma sociedad, per se, asegure la igualdad plena de sus miembros, el Estado de Bienestar y todas las actuaciones que se derivan serán innecesarias. 
Posiblemente este sea uno de los motivos por los que sabemos que el Estado del Bienestar se organiza para perpetuar el sistema de desigualdades, pues sin estos no tendría ningún sentido la acción tutora y paternalista de ningún Estado.   Es por ello, entonces, que ningún Estado nunca acabará con las desigualdades sociales y económicas, por lo que toda figura de Estado deberá ser eliminada, puesto que ante una nueva sociedad donde sus miembros organizan la respuesta a sus propias necesidades, la acción tutora del Estado, sea del tipo que sea, es completamente irrelevante y prescindible.
Pero el Estado se nos aparece como la gran alma mater de la humanidad, como el salvador que nos evitará todo sufrimiento y desgracia, y por eso nos envía a su redentor: el Estado de Bienestar.  Con el fin de combatir las deficiencias que muestran los sistemas neoliberales, los Estados se nos presentan mediante varios tipos de intervenciones, tanto institucionales como no institucionales y tanto estatales como no estatales (ya que también cuentan con las iniciativas privadas afines a su funcionamiento).  Hay que prestar especial atención, nos dicen, a aquel sector que hemos definido como los desheredados.  Entonces, tal es la función de los Estados de Bienestar: una función, la de asistencia, paliativa y preventiva respecto de las desigualdades, que mejor tendría que huir de convertirse en el objetivo para conformar un instrumento más hacia a la erradicación completa de estas desigualdades al entender que el objetivo del Estado del Bienestar debería ser éste: no prevenir ni paliar, sino erradicar.
En consecuencia, prevenir y paliar deben convertirse en medios para alcanzar el objetivo de erradicar, objetivo que necesita también de otras estrategias que puedan constituir una acción global y no fragmentada hacia la realidad sobre la que actúa y que al tiempo que refleje todos y cada uno de los conflictos de manera general, también sea capaz de ofrecer una perfecta visión diferenciada e interrelacionada del problema social.   Sin embargo, repetimos, la idea de Estado de Bienestar es paliativa y no resolutiva. Y en tanto que es paliativa, se demuestra y se acepta que el Estado es creador y mantenedor de desigualdades y que se necesita de un monstruo caritativo llamado Estado de Bienestar, de carácter compensatorio, para ofrecer una imagen equilibrada sobre uno de los sistemas más desequilibrados que podrían existir.
Esto nos conduce a la afirmación rotunda de que el Estado no funciona. Y no funciona porque no actúa sobre la génesis de los problemas, ya que una intervención eficaz sobre las debilidades de las sociedades modernas debería conseguir relacionar todos los conflictos y problemas particulares y concretos bajo una gran visión global que no perjudique la identificación de estos conflictos sino que contribuya a su solución a partir de su relación con el resto de problemáticas.


Estado, Sociedad e Individuo
Esta perspectiva más global que conforma el Estado de Bienestar se construye, entonces, a partir de otras visiones menos vastas y más concretas, visiones que toman forma con las diferentes políticas y programas dirigidos tanto a problemáticas más generales -los roles de género, el acceso universal a la educación o una alimentación básica garantizada- como también a problemáticas concretas -la violencia machista o la defensa de los derechos de una etnia o cultura determinada , la intervención en grupos de población en riesgo de exclusión social, etc.- .
En este punto llegamos a una segunda paradoja: cuando debería ser el Estado de Bienestar quien, con sus propios mecanismos, garantizara el bienestar -valga la redundancia- de la sociedad y la protección de los desheredados, la realidad nos muestra que es la sociedad con las diferentes iniciativas y programas quien realmente garantiza el mantenimiento del Estado de Bienestar e intenta poner solución a las carencias de éste: no es el Estado de Bienestar quien cuida de la sociedad sino a la inversa.   La reciprocidad entre Estado, Sociedad e Individuo se produce de una manera tan intensa e interactiva que a menudo da lugar a serias confusiones que nos llevan a invertir los papeles y las funciones de cada uno.
Dicho de otro modo: el Estado debe garantizar el cumplimiento de los derechos que pregona, pero como no lo puede hacer surgen iniciativas populares y/o privadas -organizaciones, asociaciones, etc.- para hacer efectivo el cumplimiento de estos derechos.  De esta manera es el individuo quien mantiene una lucha diaria contra las desigualdades, pero siempre dentro de las reglas impuestas por el Estado y por el capital, por lo que la inmensa mayoría de intervenciones se convierten en asistenciales y difícilmente actúan sobre la causa de los problemas.   Y sin darse cuenta de ello, los únicos derechos que estamos garantizando no son ni los del individuo ni los de la sociedad, sino los del Estado y su autoridad.


Las iniciativas locales
Posiblemente las pequeñas iniciativas de carácter localizado sean las intervenciones más eficaces en tanto que surgen en el mismo foco del conflicto y se desarrollan en un contacto permanente con esta misma problemática.  Este hecho nos demuestra una vez más que las sociedades deben construirse desde las bases y nunca de manera vertical, descendente y ajena a estas bases que son los individuos.   Son las comunidades organizadas de manera horizontal quienes nos conducirá hacia el verdadero punto álgido del progreso humano.
Por otra parte, a menudo al problema social que se quiere atender se deben añadir las problemáticas de los recursos y de la financiación, lo que frecuentemente provoca serios desequilibrios entre los conflictos presentes y la capacidad de las intervenciones existentes, confirmando así la contradictoria dualidad entre estado neoliberal y estado de bienestar dentro de un mismo sistema y sociedad.
Un ejemplo lo tenemos en la atención a la infancia. De hecho, uno de los sectores de población más críticos y que más urgentemente reclama la atención de los diferentes organismos que trabajan por la defensa y cumplimiento de los Derechos Humanos es el sector infantil.  La infancia se encuentra totalmente desprotegida y falta de recursos físicos, psicológicos e intelectuales para defender sus propios derechos, quedando a merced de las intenciones o necesidades del mundo adulto y de la sociedad que les rodea.  Es un sector de población dependiente por naturaleza, y su biología impide cualquier intervención dirigida a su emancipación o autosuficiencia temprana por razones obvias.
Pero además, y es lo más importante, la infancia de hoy es la sociedad del mañana, son las personas que establecerán la sociedad futura mediante sus relaciones psico-afectivas y sociales y resulta imprescindible y primordial conseguir una infancia sana, educada, libre y feliz.  Muchas de las acciones encaminadas a la protección a la infancia a nivel europeo se engloban bajo un conjunto programático, totalmente estructurado y normativizado, que llamamos "políticas de Atención y Educación de y la Primera Infancia".
Esta atención temprana ha cobrado tanta importancia que las acciones llevadas a cabo proceden tanto desde las diferentes administraciones e instituciones como desde iniciativas de asociaciones de carácter local y con recursos mucho más modestos.   Sin embargo y atendiendo a la importancia de la etapa infantil en el desarrollo humano, sobre todo desde perspectivas pedagógicas, estas intervenciones no se encuentran a la altura del conflicto.
Realmente la atención a la infancia no es nada coherente con lo que reflejan los currículos educativos, los informes de diferentes organismos médicos o sociales, o las investigaciones psicopedagógicas y científicas más a la vanguardia, como las realizadas por el neuropsiquiatra infantil Jorge Barudy y que demuestran la relación directa entre el desarrollo neuronal y el afecto, el vínculo o la crianza de apego.
Las necesidades que muestra la población infantil sobrepasan de manera alarmante los recursos que ofrecen las administraciones e incluso otras organizaciones como las de carácter no gubernamental, y en consecuencia encontramos iniciativas más modestas que aparecen desde la convivencia con el conflicto cuyas humildes actuaciones desprenden una humanidad que difícilmente se podrá encontrar reflejada en leyes y decretos.  Esta humanidad, esta disposición plena de la afectividad como una herramienta positiva más, se convierte en un contacto directo de los afectados y afectadas con la sociedad que los tendría que acoger y proteger.  No son ayudas económicas ni teorías igualitarias hacia los desheredados, sino que se trata de una mano cálida y fraternal extendida a aquellas personas que lo necesitan.
Así, con esta tarea que podríamos calificar de socioafectiva, aparecen nuevas iniciativas que pretenden devolver a la sociedad el carácter humano que no debería haber perdido nunca.  Se reivindican los espacios físicos y temporales destinados a la familia, entendiendo la familia no desde una perspectiva tradicional sino percibiéndola como el primero y más cercano espacio de protección y desarrollo del niño.   Más que de "familia", deberíamos hablar de "comunidad afectiva".  Su objetivo es buscar espacios o puntos de encuentro que favorezcan la comunicación desde el afecto, el respeto, el diálogo y la solidaridad, combatiendo la alienación a la que nos vemos sometidos como individuos en provecho de la sociedad.  
Aparece aquí una tercera paradoja que conforma una característica inherente a las sociedades modernas del siglo XXI, y es que si bien debería ser la acción del individuo la que conforme la sociedad siguiendo los intereses y necesidades de los individuos en cada momento, es la sociedad quien construye la esencia de cada individuo, imponiéndoles sus necesidades e intereses como sociedad, en este caso, como sociedades neoliberales.

No, en absoluto funcionan las "políticas de Atención y Educación de y la Primera Infancia " cuando proceden de su idea genérica de Estado de Bienestar.  Al Estado sólo le interesa salvarse a sí mismo como institución.  Entonces, ¿cómo podría un Estado favorecer políticas que revelarían, de ser efectivas, la inutilidad de su propia existencia?  Y por otro lado, si la idea de Estado de Bienestar es capaz de dejar desamparado uno de los sectores más vulnerables y débil, ¿qué no será capaz de hacer con la clase trabajadora adulta?
Del mismo modo que hemos hecho con la infancia, podríamos tratar de analizar todos y cada uno de los sectores vulnerables y agredidos constantemente por los Estados.  Los colectivos étnicos o migrantes, por ejemplo, siguen siendo otros grandes afectados en este desequilibrio sistémico y humano, lo que debería provocar un nuevo debate social y que en cambio continúa escondiéndose bajo la alfombra, pisando una y otra vez los derechos de estos colectivos y, por extensión, los derechos humanos.  Es la retórica eufemística de los Estados, la misma que traslada el eufemismo de las palabras a los hechos y consigue distorsionar la realidad social.  El debate que ha poner en discusión la necesidad de las fronteras y las naciones, que debe discutir el libre tránsito de las personas en todo el mundo… se convierte en inexistente y esconde esta realidad de ciudadanos de primera, ciudadanos de segunda, y no-ciudadanos.  Las consecuencias son un mayor esfuerzo social, que no estatal o gubernamental, con el fin de equilibrar el sistema y solucionar estas desigualdades, y las energías que necesita una sociedad para progresar serían dirigidas a curar las heridas que el mismo sistema provoca.  En consecuencia, podemos afirmar que el progreso de la sociedad real y participativa es obstaculizado por el modelo de sociedad que impone el Estado de Bienestar -y todo Estado en general- en la medida en que evita intervenir en la raíz de los conflictos.


¿Qué rumbo toma la sociedad del siglo XXI?
La sociedad actual es excesivamente cambiante y esta situación requiere poner en valor estas relaciones afectivas y humanas tan preciadas.
Apenas estamos entrando en el primer cuarto del siglo XXI y nuevo cambia el paradigma. Con él, han de cambiar también nuestras actuaciones: deberíamos ser suficientemente inteligentes y aprovechar estos momentos históricos para consolidar nuevos tejidos sociales basados en relaciones humanas afectivas, respetuosas y solidarias que logren sustituir las relaciones verticales y excluyentes de los sistemas neoliberales.
Es necesaria la colaboración protagonista de todo individuo en la creación global de la nueva comunidad.  Estamos presenciando unos momentos de vacío histórico donde el individuo reclama su participación activa y las instituciones cada vez pierden más representación en beneficio de la extensión de la democratización real y no institucional, la que presupone la acción libre de todo individuo y su auto-organización al margen de cualquier tipo de modelo estatal.  Son unos momentos extraños en los que el individuo quiere recuperar aquella vertiente humana robada tiempo atrás y que toda la tecnología actual no ha logrado sustituir.
Son los momentos en los que el Estado de Bienestar debe intentar autodestruirse y romperse como el huevo que da lugar al nacimiento de una nueva vida, una vida donde no existan desheredados y donde el individuo por fin llegue a construir su propia sociedad.  Cuando ese momento llegue, cuando el individuo y la comunidad forman un todo, no habrá lugar ni espacio para las desigualdades y nos encontraremos en un perfecto y próspero equilibrio de igualdad y libertad.

Traducción al castellano de texto publicado en La Safor Llibertària nº 7




domingo, 3 de mayo de 2020

Renta Básica Universal: ¿asumible desde el Movimiento Libertario?


¿Qué es la renta básica universal y qué supondría para la clase trabajadora?  ¿Cabe en nuestra ética anarquista asumir su exigencia como propia, o más bien se trata de un derecho que, aunque pudiera parecer justo, contradice nuestros objetivos de emancipación de la clase obrera?
La campaña sobre la Renta Básica Universal ha provocado en los medios libertarios un interesante debate con una gran diversidad de opiniones.  Y es que si por algo se caracteriza el movimiento libertario es por asumir los debates y fomentar la reflexión tanto individual como colectiva: ¿qué pienso yo al respecto? ¿Y qué piensan mis compañeras y compañeros del sindicato? ¿Cómo podemos construir entre toda la militancia de nuestro sindicato una respuesta para así comunicarla al resto de sindicatos y construir con ellos la postura que tomará la Organización? 
Es el consenso construido desde las bases lo que nos distingue.  Asumir un consenso implica el desarrollo de un debate a partir de las opiniones propias y de las del resto de compañeras y compañeros, implica escuchar y a la vez ser escuchado, e implica sobretodo capacidad de reflexión, de autocrítica y de una asertividad que se encuentra lejos de la imposición.  Reflexionamos, hablamos, escuchamos, cedemos… construimos.
Dicho esto, a lo largo de este artículo no vamos a tratar de discernir si la Renta Básica Universal puede o no formar parte de las exigencias de un sindicato anarquista.  Sencillamente vamos a exponer las diferentes perspectivas que se tienen al respecto y que han aflorado a partir del debate creado.  Las conclusiones las dejamos para quienes nos leen. 
La diferencia de opiniones y la repercusión que tanto su aceptación como su rechazo suponen para la clase trabajadora son de tal relevancia que realmente consideramos que este tema debería tratarse en una Conferencia de Militantes.  No obstante, creemos conveniente dedicar un espacio en nuestros medios de comunicación a ese tema tan delicado y a la vez importante.  No en vano la prensa confederal -a la que actualmente se unen los nuevos medios audiovisuales- ha sido tradicionalmente espacio de debates y de intercambio de opiniones.
Cuando hablamos de Renta Básica Universal no nos referimos a medidas como el Ingreso Mínimo Vital planteado ahora mismo desde el gobierno de España y que supondría una asignación económica media de 500 euros mensuales, dependiendo siempre de los ingresos existentes en cada familia y del número de personas a su cargo, sean menores o sean personas con discapacidad reconocida.  Este Ingreso Mínimo Vital se percibiría durante 12-24 meses en la mayoría de autonomías, mientras que en el resto de autonomías se propone que se retribuya indefinidamente mientras dure la situación de vulnerabilidad económica, esto es, hasta que se consiga un puesto de trabajo debidamente remunerado.
A diferencia del Ingreso Mínimo Vital, la Renta Básica Universal (a partir de ahora RBU) que protagoniza nuestro debate se concedería a todo el mundo desde el mismo momento de su nacimiento, puesto que ya desde los primeros años de vida el individuo muestra unas necesidades económicas que deben cubrirse.  Esta renta se asignaría sin tener en cuenta ingresos ni número de miembros en cada unidad familiar y sería compatible con la percepción de un salario fruto del trabajo.  Su percepción, así mismo, tendría lugar de manera indefinida y nunca se encontraría por debajo del salario mínimo interprofesional. 
En primer lugar se trata de una Renta Básica, de una asignación económica que permita vivir de manera digna, y es comparable a un salario mínimo interprofesional que se ha fijado precisamente bajo estos parámetros de dignidad con el que poder cubrir todas nuestras necesidades; en segundo lugar, hablamos de una Renta también Universal que se asignaría a todas las personas sin distinción alguna a causa de ingresos, procedencia, edad, tipología familiar, etc.
La universalización del derecho a la RBU evitaría así el engaño y la picaresca que podrían surgir al establecer como condición unas rentas mínimas familiares o personales.  Es decir, que si se decretase que la RBU se concediese a personas o familias que declarasen unos ingresos inferiores a determinada cantidad posiblemente se favorecería con ello la proliferación del trabajo en negro, de manera que se justifiquen esos ingresos mínimos necesarios para percibirla.  Esta situación motivaría un aumento de la economía sumergida con la finalidad de poder cumplir los requisitos exigidos para poder recibir esta RBU, con la consecuente pérdida de derechos laborales.    Si, por le contrario, todo el mundo tuviese derecho a la RBU, difícilmente alguien aceptaría desempeñar cualquier trabajo bajo nulas garantías por lo que respecta a derechos y seguridad laboral.
Además, tal y como se plantea dentro de la perspectiva anarcosindicalista, esta Renta sería una medida transitoria y no definitiva, una estrategia para el reparto de la riqueza generada por la clase trabajadora y que ahora se encuentra en manos de la Patronal y del Estado.  La riqueza que crea la clase trabajadora le es usurpada por el Estado y la Patronal, quedando nuestras obreras y obreros todos ellos despojados de todo atisbo de dignidad en el desarrollo de sus vidas y viéndose condenados a asumir cualquier condición laboral que se le imponga, por precaria que sea.  De esta manera, la Renta Básica Universal se convierte en una estrategia para promover el reparto de esa riqueza generada con el trabajo asalariado de millones de personas y que, hasta ahora, ha sido disfrutada solamente por unos pocos cientos de ellas.  En palabras de algunas compañeras y compañeros, “se dará un paso de gigante para acabar con la precariedad, la exclusión social y la explotación laboral, puesto que les trabajadores tendrán cubiertas sus necesidades y negociarán condiciones ventajosas”.
Con unas mejoradas condiciones de vida de la clase trabajadora, y una vez se haya conseguido una situación favorable que permita al obrero y a la obrera negociar las condiciones de su salario y del desempeño de sus labores, podremos enfrentarnos sin temores a la explotación y a las distintas reformas laborales que se vienen sucediendo a lo largo de los distintos gobiernos y siempre a mayor gloria del Capital y a mayor precariedad para la clase obrera.  Porque, una vez el individuo vive con la seguridad que le otorga la satisfacción de las necesidades básicas, se verá con valor y predisposición para negarse a asumir todo aquello que considerase injusto por lo que refiere a sus relaciones laborales con sus explotadores.  Incluso ante una huelga indefinida la acción se vería más decidida porque su pan diario no dependería del trabajo asalariado.
Esta medida, como hemos dicho, es transitoria y debe acompañar las demás luchas asumidas desempeñadas desde el Movimiento Libertario en General y desde la CNT-AIT en particular, como pueden ser la reducción de la jornada laboral o la autogestión de las empresas.  El objetivo último de la CNT-AIT y del Movimiento Libertario es la construcción de una nueva sociedad a través de una Revolución Social que removerá los cimientos del Estado y del Capitalismo para destruirlos sin posibilidad de vuelta atrás.  En ese nuevo mundo que construiremos el trabajo asalariado será abolido, así como también lo será el dinero, de manera que medidas como la RBU serán directamente innecesarias y carecerán de razón de ser.
Pero mientras se dan esas condiciones revolucionarias se defiende, desde esta primera postura, una RBU que crearía entre la clase trabajadora una situación de fortaleza y de seguridad que facilitarían ese proceso revolucionario que nos lleve hasta el Comunismo Libertario.  Porque de lo contrario, hasta que llegue ese momento… ¿qué ocurre con esa clase trabajadora desheredada, aislada, sin trabajo y sin recursos, y que no tiene posibilidades propias para poder alimentarse o para cubrir cualquiera que sea su necesidad y la de sus familias?  ¿Se quedan sin comer hasta que consigamos llevar a cabo la Revolución Social?  A una familia con dos hijos pequeños, por ejemplo, difícilmente le podríamos decir: “aunque ahora no puedas comer, no temas, porque después de nuestra lucha obrera, después de nuestras huelgas, después de nuestra acción decidida y convencida… podrás vivir en un nuevo mundo en el que nada te faltará.  Pero hasta entonces lucha, tengas o no tengas comida en la nevera”.  No sería justo.


Sin embargo, ¿quién nos asegura que, habiendo cubierto todas las necesidades de vida, una clase trabajadora que no ve peligrar su dignidad decidirá asumir un llamado a la acción revolucionaria que haga tambalear este viejo sistema que, aunque no sea perfecto, le asegura su manutención y la de los suyos?  Si en condiciones de precariedad los seguimientos de las Huelgas, por ejemplo, ya son escasos, ¿cómo van a secundar huelgas salvajes e indefinidas si no perciben razón para ello en un sistema que, al menos aparentemente, les está protegiendo?
Esta es la otra mirada hacia la RBU, la que considera que una medida de este tipo no es asumible desde el ideario Anarquista i emancipador que defienden la CNT-AIT y el Movimiento Libertario.
En palabras de otras compañeras y compañeros, lo que buscamos como anarcosindicalistas “es un reparto de la riqueza, pero esa riqueza es fruto del trabajo.  Todo el capital y toda la riqueza es producida por la clase obrera, les pertenece y lo único que hace el capital es arrebatárselo. La misión de la clase obrera debería ser adueñarse del fruto de su trabajo, definir en qué condiciones se debe producir y como distribuirlo, sin intermediarios de ningún tipo”.  Se crearía, además, una situación injusta e insolidaria en la cual “una persona beneficiaria de una renta no genera riqueza, otra persona trabajadora tendría que generarla para ella”, así que mientras unas personas vivirían “subvencionadas por el estado, otras permanecerían sometidas a la dictadura productiva del capital”.
Entonces, ¿cómo conseguimos ese reparto de la riqueza y del trabajo?  Pues como hemos hecho desde la Sección Española de la AIT desde hace más de 100 años: con lucha revolucionaria y emancipadora.  La dignidad de la clase trabajadora debe conseguirse por otros medios y estrategias, como pueden ser la reducción de la jornada laboral y de la edad de jubilación, o con la autogestión de las empresas que echen el cierre, entre muchas otras. 
Para repartir la riqueza, hay que repartir el trabajo, porque la dignidad de las trabajadoras y trabajadores deben provenir de su emancipación, y no de la buena voluntad de unos gestores de gobierno que, cambiado el color, cambiará también esos gestos de buena voluntad.  Al respecto, escribía Diego Abad de Santillán en los albores de la Revolución de 1936 que “al afrontar el problema de la transformación social, la Revolución no puede considerar al Estado como un medio, sino que ha de apoyarse en la organización de los productores.  Nosotros hemos seguido esta norma y no vemos necesidad alguna de que, con el fin de establecer un nuevo orden de cosas, hayamos de suponer la existencia de un poder superior al trabajo organizado”.
¿Y qué pasa con ese plato de comida que faltará en muchas casas hasta que se desarrolle ese período revolucionario que tanto ansiamos? ¿Se quedan sin comer hasta hacer la Revolución? Por supuesto que no, porque entre otros aspectos también nos caracterizan la solidaridad y el apoyo mutuo.  Las redes de solidaridad pueden dar respuesta temporal a estas necesidades básicas, pero siempre dando a conocer el origen de esas desigualdades y la importancia de construir una nueva sociedad desde la lucha sin cuartel contra esos males y su génesis: el Estado y el Capitalismo.  Esta lucha contra el origen de las desigualdades se plantea ineludible, porque si solamente se actúa sobre la capacidad adquisitiva del individuo y las familias, no se evidencia el origen de estas desigualdades y existe el peligro de que se corra un tupido velo sobre ellas. 
¿La RBU podría cubrir las necesidades básicas de la clase obrera?  Posiblemente.  No obstante, el objetivo de la CNT-AIT no solamente consiste en cubrir las necesidades básicas del individuo, sino que va mucho más allá y pretende romper con ese sistema creador de necesidades para construir una nueva sociedad en la que el individuo pueda alcanzar el máximo desarrollo de su conciencia, de su ser, de su creatividad, de su espíritu…  Y hasta que este sistema se rompa gracias a la acción decidida, el sindicato deberá constituir el germen de esa organización entre trabajadores y trabajadoras que les permita ejercer la solidaridad y la acción directa en condiciones de igualdad. 
Además, la RBU puede condicionar una falsa percepción de estabilidad económica y social que impida un correcto desarrollo de la organización proletaria ya que no se percibe esa necesidad de organización para la defensa de unos intereses concretos.  Consecuentemente, al no favorecer una organización rebelde y contestataria de la clase trabajadora, la función principal del sindicato como seno de la organización obrera perdería sentido y la situación económica, estructurada aún en mayor medida por el Estado y la Patronal, se encontraría mucho más alejada de un posible control obrero.
Resumidamente, la RBU crearía entre la clase trabajadora una situación de falso bienestar y de dependencia directa del Estado que restaría importancia y validez a la lucha de clases y, por lo tanto, a la necesidad de la organización obrera.  ¿Es justo que las familias puedan comer mientras logramos nuestras reivindicaciones?  Sin duda alguna, pero… ¿es asumible la exigencia de una Renta Universal por parte de un sindicato anarquista como CNT-AIT?  En absoluto, porque no es coherente con nuestra línea ideológica.
Habiéndonos acercado ya al final de estas exposiciones, llega el momento de volver a preguntarnos…  ¿Renta Básica Universal sí? ¿Renta Básica Universal no?  Aun habiendo mostrado diferentes puntos de vista resulta complicado poder emitir una sentencia firme.
Como anarcosindicalistas, ¿estamos de acuerdo en defender una Renta Básica Universal que permitirá mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora y que, al ver ésta sus necesidades cubiertas y al encontrarse en una situación de mayor estabilidad y seguridad vital aumentarán las posibilidades de plantear una Revolución Social que les va a exigir grandes sacrificios en beneficio de la Humanidad?  ¿O bien esta RBU servirá para adormecer aún más a una clase trabajadora que, viendo cubiertas esas necesidades, no verá necesidad de verse inmersa en un proceso revolucionario de esas magnitudes?  ¿Es justo pedir a la gente que tenga paciencia y hambre mientras nos organizamos y luchamos, o estas exigencias desprenden cierto egoísmo porque anteponen la línea ideológica a las necesidades reales?  ¿Diluye esta RBU nuestra esencia revolucionaria en beneficio de un cierto posibilismo que podría ser comparable, por ejemplo, a la aceptación de subvenciones o a la participación en elecciones sindicales, o bien nos deja anclados en un estricto marco ideológico que no consigue percibir las necesidades más inmediatas de nuestro Pueblo y que, además, no es capaz de comulgar necesidad inmediata con acción revolucionaria?
Queda claro que nuestro objetivo es una Revolución Social que nos conduzca hacia el nuevo mundo que deseamos, y que las mejoras que deseamos tales como el reparto del trabajo y de la riqueza deben venir a través de estrategias revolucionarias y emancipadoras, y no a través de entes intermediarios.  Pero hasta que lo consigamos, hasta que una huelga salvaje e indefinida por la reducción de jornada, por ejemplo, o hasta la toma y autogestión de las empresas, ¿qué decimos a esas familias que no pueden llenar sus neveras y que viven sin luz y sin agua porque no las han podido pagar?  Esas necesidades podrían satisfacerse con esta RBU, pero también con la solidaridad y el apoyo mutuo desde el sindicato, mostrándolo ante el Pueblo como una de las más eficaces herramientas para organizarse y terminar con esa situación de miseria y pobreza.  ¿Mejoraría esa RBU la predisposición a organizarse libremente para enfrentarse a la Patronal y al Estado al no temer por su bienestar, o por el contrario la RBU frenaría esa organización obrera al no considerarla necesaria para gozar de esa situación desahogada? 
Muchas preguntas, lo sabemos.  Y ninguna respuesta hemos ofrecido aquí, también lo sabemos Pero, como hemos dicho al principio, no pretendemos ofrecer una visión única ni consensuada sobre el tema, ni mucho menos dar respuestas concretas.  Nuestro objetivo es el de acercar a lectoras y lectores este intercambio de pareceres que ha tenido lugar en nuestra militancia.  Hemos intentado reflejar, a grandes rasgos, dos perspectivas muy generales al respecto de esta propuesta y de cómo enmarcarla en nuestro discurso anarcosindicalista.  Caben en el debate, por supuesto, muchos más matices y reflexiones mucho más profundas que las aquí expresadas, con lo que reflejar con todo detalle este debate nos supondría horas y horas de conversación y de intercambio de opiniones que después se traducirían en decenas, o incluso cientos de páginas que intentasen mostrarnos las diferentes exposiciones y los intentos de consenso desarrollados.
Como siempre, donde tiene que darse el debate es en vuestras asambleas, en vuestros puestos de trabajo, en vuestros sindicatos y grupos de afinidad… porque allí es donde debe gestarse toda organización y acción directa que deban llevarse a cabo desde la solidaridad y el apoyo mutuo entre iguales.
Lo que sí queda extremadamente claro es nuestro objetivo: el Comunismo Libertario.  Organízate y lucha por la Anarquía.




Artículo aparecido en La Safor Llibertària nº 7

Nos sobran los discursos


NOS SOBRAN LOS DISCURSOS

Llega de nuevo el 1º de Mayo, pero este no es un 1º de Mayo más.
Este año no hay manifestaciones, ni fotos, ni pancartas, ni banderas.  No hay altavoces repitiendo consignas que hacen la vez de villancicos.
¡Villancicos!  ¡Qué entrañables son, y cómo nos acercan a nuestros seres queridos! ¡Qué bonitas letras y compases cuando los sacamos del fondo del cajón y les quitamos el polvo para mostrarlos, relucientes e impecables, una vez al año!  Pero es 1º de Mayo… ¡y ya estamos cansadas de villancicos!
No, este año las fotos de portada fueron sustituidas por los discursos.  Aplausos en las radios, agradecimientos en las redes, y alguna noticia sobre calles vacías y sueños rotos en los medios audiovisuales, para mayor alegría del Estado y la Patronal y para mayor injusticia de la Clase Trabajadora.
Sin embargo, nos sobran los discursos.  Porque de nada nos sirven los discursos de esos sindicatos mayoritarios, siervos del Estado y del Capital, si con sus palabras dicen defender a la Clase Trabajadora pero con sus acciones la traicionan día tras día…  ¿Dónde os habéis escondido estos últimos años mientras han seguido ejerciendo sobre la Clase Obrera la explotación, la opresión, el abuso e incluso la muerte?  ¿Dónde os habéis agazapado mientras el hambre, el miedo y la miseria decidían ser nuestras fieles compañeras de camino?  Posiblemente, detrás de esos discursos que tantas cosas intentan esconder.
Sí, nos sobran los discursos, sobretodo los políticos, aun viniendo del lado que quieran venir.  Nos sobran unos discursos sobre igualdad que son declamados desde elevadas poltronas y adineradas butacas.  Nos sobran unos discursos de justicia desde una democracia parlamentaria que en medio siglo no ha conseguido acercar un ápice a una trabajadora ni a un trabajador a aquella vida que considera justa.  Nos sobran unos discursos sociales que consolidan precisamente la división entre clases para poder justificar así la intervención paternalista del Estado y la supuesta e impuesta necesidad de gestores benefactores que cuiden de su Paz Social.  No sobran, sí, sus discursos escritos sobre papeles y papeletas.
No, este año las calles no se llenaron y las fotos de portada fueron sustituidas por los discursos.  Los discursos son reflejo del pensamiento y de las intenciones, nos dirán… ¡pero el pensamiento sin acción no es nada!
Por eso, el Anarcosindicalismo es acción, acción directa, valiente y decidida.  Es acción cada una de las líneas con la que se escribe la Historia del Anarcosindicalismo.  
Por eso, el Anarcosindicalismo no ha cesado en su lucha por la Justicia Social y por la Libertad junto a las y los Trabajadores, a pesar de que ello implicara persecuciones, represión, multas, cárcel, exilio y muerte, a pesar de los años, a pesar de los discursos… 
Por eso, el Anarcosindicalismo constituye la acción inseparable al discurso, es la lucha conjunta hacia un Horizonte de Libertad y Progreso para la Humanidad.
Por eso, y porque el pensamiento sin acción no es nada… nos sobran los discursos.

¡PORQUE TODOS LOS DÍAS SON 1º DE MAYO!
¡EN RECUERDO DE UNA LUCHA OBRERA A LA QUE AÚN LE QUEDA MUCHO CAMINO HACIA NUESTRO HORIZONTE DE LIBERTAD!
¡POR LA REVOLUCIÓN SOCIAL Y EL COMUNISMO LIBERTARIO!