domingo, 3 de mayo de 2020

Renta Básica Universal: ¿asumible desde el Movimiento Libertario?


¿Qué es la renta básica universal y qué supondría para la clase trabajadora?  ¿Cabe en nuestra ética anarquista asumir su exigencia como propia, o más bien se trata de un derecho que, aunque pudiera parecer justo, contradice nuestros objetivos de emancipación de la clase obrera?
La campaña sobre la Renta Básica Universal ha provocado en los medios libertarios un interesante debate con una gran diversidad de opiniones.  Y es que si por algo se caracteriza el movimiento libertario es por asumir los debates y fomentar la reflexión tanto individual como colectiva: ¿qué pienso yo al respecto? ¿Y qué piensan mis compañeras y compañeros del sindicato? ¿Cómo podemos construir entre toda la militancia de nuestro sindicato una respuesta para así comunicarla al resto de sindicatos y construir con ellos la postura que tomará la Organización? 
Es el consenso construido desde las bases lo que nos distingue.  Asumir un consenso implica el desarrollo de un debate a partir de las opiniones propias y de las del resto de compañeras y compañeros, implica escuchar y a la vez ser escuchado, e implica sobretodo capacidad de reflexión, de autocrítica y de una asertividad que se encuentra lejos de la imposición.  Reflexionamos, hablamos, escuchamos, cedemos… construimos.
Dicho esto, a lo largo de este artículo no vamos a tratar de discernir si la Renta Básica Universal puede o no formar parte de las exigencias de un sindicato anarquista.  Sencillamente vamos a exponer las diferentes perspectivas que se tienen al respecto y que han aflorado a partir del debate creado.  Las conclusiones las dejamos para quienes nos leen. 
La diferencia de opiniones y la repercusión que tanto su aceptación como su rechazo suponen para la clase trabajadora son de tal relevancia que realmente consideramos que este tema debería tratarse en una Conferencia de Militantes.  No obstante, creemos conveniente dedicar un espacio en nuestros medios de comunicación a ese tema tan delicado y a la vez importante.  No en vano la prensa confederal -a la que actualmente se unen los nuevos medios audiovisuales- ha sido tradicionalmente espacio de debates y de intercambio de opiniones.
Cuando hablamos de Renta Básica Universal no nos referimos a medidas como el Ingreso Mínimo Vital planteado ahora mismo desde el gobierno de España y que supondría una asignación económica media de 500 euros mensuales, dependiendo siempre de los ingresos existentes en cada familia y del número de personas a su cargo, sean menores o sean personas con discapacidad reconocida.  Este Ingreso Mínimo Vital se percibiría durante 12-24 meses en la mayoría de autonomías, mientras que en el resto de autonomías se propone que se retribuya indefinidamente mientras dure la situación de vulnerabilidad económica, esto es, hasta que se consiga un puesto de trabajo debidamente remunerado.
A diferencia del Ingreso Mínimo Vital, la Renta Básica Universal (a partir de ahora RBU) que protagoniza nuestro debate se concedería a todo el mundo desde el mismo momento de su nacimiento, puesto que ya desde los primeros años de vida el individuo muestra unas necesidades económicas que deben cubrirse.  Esta renta se asignaría sin tener en cuenta ingresos ni número de miembros en cada unidad familiar y sería compatible con la percepción de un salario fruto del trabajo.  Su percepción, así mismo, tendría lugar de manera indefinida y nunca se encontraría por debajo del salario mínimo interprofesional. 
En primer lugar se trata de una Renta Básica, de una asignación económica que permita vivir de manera digna, y es comparable a un salario mínimo interprofesional que se ha fijado precisamente bajo estos parámetros de dignidad con el que poder cubrir todas nuestras necesidades; en segundo lugar, hablamos de una Renta también Universal que se asignaría a todas las personas sin distinción alguna a causa de ingresos, procedencia, edad, tipología familiar, etc.
La universalización del derecho a la RBU evitaría así el engaño y la picaresca que podrían surgir al establecer como condición unas rentas mínimas familiares o personales.  Es decir, que si se decretase que la RBU se concediese a personas o familias que declarasen unos ingresos inferiores a determinada cantidad posiblemente se favorecería con ello la proliferación del trabajo en negro, de manera que se justifiquen esos ingresos mínimos necesarios para percibirla.  Esta situación motivaría un aumento de la economía sumergida con la finalidad de poder cumplir los requisitos exigidos para poder recibir esta RBU, con la consecuente pérdida de derechos laborales.    Si, por le contrario, todo el mundo tuviese derecho a la RBU, difícilmente alguien aceptaría desempeñar cualquier trabajo bajo nulas garantías por lo que respecta a derechos y seguridad laboral.
Además, tal y como se plantea dentro de la perspectiva anarcosindicalista, esta Renta sería una medida transitoria y no definitiva, una estrategia para el reparto de la riqueza generada por la clase trabajadora y que ahora se encuentra en manos de la Patronal y del Estado.  La riqueza que crea la clase trabajadora le es usurpada por el Estado y la Patronal, quedando nuestras obreras y obreros todos ellos despojados de todo atisbo de dignidad en el desarrollo de sus vidas y viéndose condenados a asumir cualquier condición laboral que se le imponga, por precaria que sea.  De esta manera, la Renta Básica Universal se convierte en una estrategia para promover el reparto de esa riqueza generada con el trabajo asalariado de millones de personas y que, hasta ahora, ha sido disfrutada solamente por unos pocos cientos de ellas.  En palabras de algunas compañeras y compañeros, “se dará un paso de gigante para acabar con la precariedad, la exclusión social y la explotación laboral, puesto que les trabajadores tendrán cubiertas sus necesidades y negociarán condiciones ventajosas”.
Con unas mejoradas condiciones de vida de la clase trabajadora, y una vez se haya conseguido una situación favorable que permita al obrero y a la obrera negociar las condiciones de su salario y del desempeño de sus labores, podremos enfrentarnos sin temores a la explotación y a las distintas reformas laborales que se vienen sucediendo a lo largo de los distintos gobiernos y siempre a mayor gloria del Capital y a mayor precariedad para la clase obrera.  Porque, una vez el individuo vive con la seguridad que le otorga la satisfacción de las necesidades básicas, se verá con valor y predisposición para negarse a asumir todo aquello que considerase injusto por lo que refiere a sus relaciones laborales con sus explotadores.  Incluso ante una huelga indefinida la acción se vería más decidida porque su pan diario no dependería del trabajo asalariado.
Esta medida, como hemos dicho, es transitoria y debe acompañar las demás luchas asumidas desempeñadas desde el Movimiento Libertario en General y desde la CNT-AIT en particular, como pueden ser la reducción de la jornada laboral o la autogestión de las empresas.  El objetivo último de la CNT-AIT y del Movimiento Libertario es la construcción de una nueva sociedad a través de una Revolución Social que removerá los cimientos del Estado y del Capitalismo para destruirlos sin posibilidad de vuelta atrás.  En ese nuevo mundo que construiremos el trabajo asalariado será abolido, así como también lo será el dinero, de manera que medidas como la RBU serán directamente innecesarias y carecerán de razón de ser.
Pero mientras se dan esas condiciones revolucionarias se defiende, desde esta primera postura, una RBU que crearía entre la clase trabajadora una situación de fortaleza y de seguridad que facilitarían ese proceso revolucionario que nos lleve hasta el Comunismo Libertario.  Porque de lo contrario, hasta que llegue ese momento… ¿qué ocurre con esa clase trabajadora desheredada, aislada, sin trabajo y sin recursos, y que no tiene posibilidades propias para poder alimentarse o para cubrir cualquiera que sea su necesidad y la de sus familias?  ¿Se quedan sin comer hasta que consigamos llevar a cabo la Revolución Social?  A una familia con dos hijos pequeños, por ejemplo, difícilmente le podríamos decir: “aunque ahora no puedas comer, no temas, porque después de nuestra lucha obrera, después de nuestras huelgas, después de nuestra acción decidida y convencida… podrás vivir en un nuevo mundo en el que nada te faltará.  Pero hasta entonces lucha, tengas o no tengas comida en la nevera”.  No sería justo.


Sin embargo, ¿quién nos asegura que, habiendo cubierto todas las necesidades de vida, una clase trabajadora que no ve peligrar su dignidad decidirá asumir un llamado a la acción revolucionaria que haga tambalear este viejo sistema que, aunque no sea perfecto, le asegura su manutención y la de los suyos?  Si en condiciones de precariedad los seguimientos de las Huelgas, por ejemplo, ya son escasos, ¿cómo van a secundar huelgas salvajes e indefinidas si no perciben razón para ello en un sistema que, al menos aparentemente, les está protegiendo?
Esta es la otra mirada hacia la RBU, la que considera que una medida de este tipo no es asumible desde el ideario Anarquista i emancipador que defienden la CNT-AIT y el Movimiento Libertario.
En palabras de otras compañeras y compañeros, lo que buscamos como anarcosindicalistas “es un reparto de la riqueza, pero esa riqueza es fruto del trabajo.  Todo el capital y toda la riqueza es producida por la clase obrera, les pertenece y lo único que hace el capital es arrebatárselo. La misión de la clase obrera debería ser adueñarse del fruto de su trabajo, definir en qué condiciones se debe producir y como distribuirlo, sin intermediarios de ningún tipo”.  Se crearía, además, una situación injusta e insolidaria en la cual “una persona beneficiaria de una renta no genera riqueza, otra persona trabajadora tendría que generarla para ella”, así que mientras unas personas vivirían “subvencionadas por el estado, otras permanecerían sometidas a la dictadura productiva del capital”.
Entonces, ¿cómo conseguimos ese reparto de la riqueza y del trabajo?  Pues como hemos hecho desde la Sección Española de la AIT desde hace más de 100 años: con lucha revolucionaria y emancipadora.  La dignidad de la clase trabajadora debe conseguirse por otros medios y estrategias, como pueden ser la reducción de la jornada laboral y de la edad de jubilación, o con la autogestión de las empresas que echen el cierre, entre muchas otras. 
Para repartir la riqueza, hay que repartir el trabajo, porque la dignidad de las trabajadoras y trabajadores deben provenir de su emancipación, y no de la buena voluntad de unos gestores de gobierno que, cambiado el color, cambiará también esos gestos de buena voluntad.  Al respecto, escribía Diego Abad de Santillán en los albores de la Revolución de 1936 que “al afrontar el problema de la transformación social, la Revolución no puede considerar al Estado como un medio, sino que ha de apoyarse en la organización de los productores.  Nosotros hemos seguido esta norma y no vemos necesidad alguna de que, con el fin de establecer un nuevo orden de cosas, hayamos de suponer la existencia de un poder superior al trabajo organizado”.
¿Y qué pasa con ese plato de comida que faltará en muchas casas hasta que se desarrolle ese período revolucionario que tanto ansiamos? ¿Se quedan sin comer hasta hacer la Revolución? Por supuesto que no, porque entre otros aspectos también nos caracterizan la solidaridad y el apoyo mutuo.  Las redes de solidaridad pueden dar respuesta temporal a estas necesidades básicas, pero siempre dando a conocer el origen de esas desigualdades y la importancia de construir una nueva sociedad desde la lucha sin cuartel contra esos males y su génesis: el Estado y el Capitalismo.  Esta lucha contra el origen de las desigualdades se plantea ineludible, porque si solamente se actúa sobre la capacidad adquisitiva del individuo y las familias, no se evidencia el origen de estas desigualdades y existe el peligro de que se corra un tupido velo sobre ellas. 
¿La RBU podría cubrir las necesidades básicas de la clase obrera?  Posiblemente.  No obstante, el objetivo de la CNT-AIT no solamente consiste en cubrir las necesidades básicas del individuo, sino que va mucho más allá y pretende romper con ese sistema creador de necesidades para construir una nueva sociedad en la que el individuo pueda alcanzar el máximo desarrollo de su conciencia, de su ser, de su creatividad, de su espíritu…  Y hasta que este sistema se rompa gracias a la acción decidida, el sindicato deberá constituir el germen de esa organización entre trabajadores y trabajadoras que les permita ejercer la solidaridad y la acción directa en condiciones de igualdad. 
Además, la RBU puede condicionar una falsa percepción de estabilidad económica y social que impida un correcto desarrollo de la organización proletaria ya que no se percibe esa necesidad de organización para la defensa de unos intereses concretos.  Consecuentemente, al no favorecer una organización rebelde y contestataria de la clase trabajadora, la función principal del sindicato como seno de la organización obrera perdería sentido y la situación económica, estructurada aún en mayor medida por el Estado y la Patronal, se encontraría mucho más alejada de un posible control obrero.
Resumidamente, la RBU crearía entre la clase trabajadora una situación de falso bienestar y de dependencia directa del Estado que restaría importancia y validez a la lucha de clases y, por lo tanto, a la necesidad de la organización obrera.  ¿Es justo que las familias puedan comer mientras logramos nuestras reivindicaciones?  Sin duda alguna, pero… ¿es asumible la exigencia de una Renta Universal por parte de un sindicato anarquista como CNT-AIT?  En absoluto, porque no es coherente con nuestra línea ideológica.
Habiéndonos acercado ya al final de estas exposiciones, llega el momento de volver a preguntarnos…  ¿Renta Básica Universal sí? ¿Renta Básica Universal no?  Aun habiendo mostrado diferentes puntos de vista resulta complicado poder emitir una sentencia firme.
Como anarcosindicalistas, ¿estamos de acuerdo en defender una Renta Básica Universal que permitirá mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora y que, al ver ésta sus necesidades cubiertas y al encontrarse en una situación de mayor estabilidad y seguridad vital aumentarán las posibilidades de plantear una Revolución Social que les va a exigir grandes sacrificios en beneficio de la Humanidad?  ¿O bien esta RBU servirá para adormecer aún más a una clase trabajadora que, viendo cubiertas esas necesidades, no verá necesidad de verse inmersa en un proceso revolucionario de esas magnitudes?  ¿Es justo pedir a la gente que tenga paciencia y hambre mientras nos organizamos y luchamos, o estas exigencias desprenden cierto egoísmo porque anteponen la línea ideológica a las necesidades reales?  ¿Diluye esta RBU nuestra esencia revolucionaria en beneficio de un cierto posibilismo que podría ser comparable, por ejemplo, a la aceptación de subvenciones o a la participación en elecciones sindicales, o bien nos deja anclados en un estricto marco ideológico que no consigue percibir las necesidades más inmediatas de nuestro Pueblo y que, además, no es capaz de comulgar necesidad inmediata con acción revolucionaria?
Queda claro que nuestro objetivo es una Revolución Social que nos conduzca hacia el nuevo mundo que deseamos, y que las mejoras que deseamos tales como el reparto del trabajo y de la riqueza deben venir a través de estrategias revolucionarias y emancipadoras, y no a través de entes intermediarios.  Pero hasta que lo consigamos, hasta que una huelga salvaje e indefinida por la reducción de jornada, por ejemplo, o hasta la toma y autogestión de las empresas, ¿qué decimos a esas familias que no pueden llenar sus neveras y que viven sin luz y sin agua porque no las han podido pagar?  Esas necesidades podrían satisfacerse con esta RBU, pero también con la solidaridad y el apoyo mutuo desde el sindicato, mostrándolo ante el Pueblo como una de las más eficaces herramientas para organizarse y terminar con esa situación de miseria y pobreza.  ¿Mejoraría esa RBU la predisposición a organizarse libremente para enfrentarse a la Patronal y al Estado al no temer por su bienestar, o por el contrario la RBU frenaría esa organización obrera al no considerarla necesaria para gozar de esa situación desahogada? 
Muchas preguntas, lo sabemos.  Y ninguna respuesta hemos ofrecido aquí, también lo sabemos Pero, como hemos dicho al principio, no pretendemos ofrecer una visión única ni consensuada sobre el tema, ni mucho menos dar respuestas concretas.  Nuestro objetivo es el de acercar a lectoras y lectores este intercambio de pareceres que ha tenido lugar en nuestra militancia.  Hemos intentado reflejar, a grandes rasgos, dos perspectivas muy generales al respecto de esta propuesta y de cómo enmarcarla en nuestro discurso anarcosindicalista.  Caben en el debate, por supuesto, muchos más matices y reflexiones mucho más profundas que las aquí expresadas, con lo que reflejar con todo detalle este debate nos supondría horas y horas de conversación y de intercambio de opiniones que después se traducirían en decenas, o incluso cientos de páginas que intentasen mostrarnos las diferentes exposiciones y los intentos de consenso desarrollados.
Como siempre, donde tiene que darse el debate es en vuestras asambleas, en vuestros puestos de trabajo, en vuestros sindicatos y grupos de afinidad… porque allí es donde debe gestarse toda organización y acción directa que deban llevarse a cabo desde la solidaridad y el apoyo mutuo entre iguales.
Lo que sí queda extremadamente claro es nuestro objetivo: el Comunismo Libertario.  Organízate y lucha por la Anarquía.




Artículo aparecido en La Safor Llibertària nº 7

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