¿Qué es la renta básica universal y qué supondría para la clase
trabajadora? ¿Cabe en nuestra ética
anarquista asumir su exigencia como propia, o más bien se trata de un derecho
que, aunque pudiera parecer justo, contradice nuestros objetivos de
emancipación de la clase obrera?
La campaña sobre la Renta Básica Universal ha provocado en los medios
libertarios un interesante debate con una gran diversidad de opiniones. Y es que si por algo se caracteriza el
movimiento libertario es por asumir los debates y fomentar la reflexión tanto
individual como colectiva: ¿qué pienso yo al respecto? ¿Y qué piensan mis
compañeras y compañeros del sindicato? ¿Cómo podemos construir entre toda la
militancia de nuestro sindicato una respuesta para así comunicarla al resto de
sindicatos y construir con ellos la postura que tomará la Organización?
Es el consenso construido desde las bases lo que nos distingue. Asumir un consenso implica el desarrollo de
un debate a partir de las opiniones propias y de las del resto de compañeras y
compañeros, implica escuchar y a la vez ser escuchado, e implica sobretodo
capacidad de reflexión, de autocrítica y de una asertividad que se encuentra
lejos de la imposición. Reflexionamos,
hablamos, escuchamos, cedemos… construimos.
Dicho esto, a lo largo de este artículo no vamos a tratar de discernir si
la Renta Básica Universal puede o no formar parte de las exigencias de un
sindicato anarquista. Sencillamente
vamos a exponer las diferentes perspectivas que se tienen al respecto y que han
aflorado a partir del debate creado. Las
conclusiones las dejamos para quienes nos leen.
La diferencia de opiniones y la repercusión que tanto su aceptación como
su rechazo suponen para la clase trabajadora son de tal relevancia que
realmente consideramos que este tema debería tratarse en una Conferencia de
Militantes. No obstante, creemos
conveniente dedicar un espacio en nuestros medios de comunicación a ese tema
tan delicado y a la vez importante. No
en vano la prensa confederal -a la que actualmente se unen los nuevos medios
audiovisuales- ha sido tradicionalmente espacio de debates y de intercambio de
opiniones.
Cuando hablamos de Renta Básica Universal no nos referimos a medidas como
el Ingreso Mínimo Vital planteado ahora mismo desde el gobierno de España y que
supondría una asignación económica media de 500 euros mensuales, dependiendo
siempre de los ingresos existentes en cada familia y del número de personas a
su cargo, sean menores o sean personas con discapacidad reconocida. Este Ingreso Mínimo Vital se percibiría
durante 12-24 meses en la mayoría de autonomías, mientras que en el resto de
autonomías se propone que se retribuya indefinidamente mientras dure la
situación de vulnerabilidad económica, esto es, hasta que se consiga un puesto
de trabajo debidamente remunerado.
A diferencia del Ingreso Mínimo Vital, la Renta Básica Universal (a
partir de ahora RBU) que protagoniza nuestro debate se concedería a todo el
mundo desde el mismo momento de su nacimiento, puesto que ya desde los primeros
años de vida el individuo muestra unas necesidades económicas que deben cubrirse. Esta renta se asignaría sin tener en cuenta
ingresos ni número de miembros en cada unidad familiar y sería compatible con
la percepción de un salario fruto del trabajo.
Su percepción, así mismo, tendría lugar de manera indefinida y nunca se
encontraría por debajo del salario mínimo interprofesional.
En primer lugar se trata de una Renta Básica, de una asignación económica
que permita vivir de manera digna, y es comparable a un salario mínimo
interprofesional que se ha fijado precisamente bajo estos parámetros de
dignidad con el que poder cubrir todas nuestras necesidades; en segundo lugar,
hablamos de una Renta también Universal que se asignaría a todas las personas
sin distinción alguna a causa de ingresos, procedencia, edad, tipología
familiar, etc.
La universalización del derecho a la RBU evitaría así el engaño y la
picaresca que podrían surgir al establecer como condición unas rentas mínimas
familiares o personales. Es decir, que
si se decretase que la RBU se concediese a personas o familias que declarasen
unos ingresos inferiores a determinada cantidad posiblemente se favorecería con
ello la proliferación del trabajo en negro, de manera que se justifiquen esos
ingresos mínimos necesarios para percibirla.
Esta situación motivaría un aumento de la economía sumergida con la
finalidad de poder cumplir los requisitos exigidos para poder recibir esta RBU,
con la consecuente pérdida de derechos laborales. Si, por le contrario, todo el mundo tuviese
derecho a la RBU, difícilmente alguien aceptaría desempeñar cualquier trabajo
bajo nulas garantías por lo que respecta a derechos y seguridad laboral.
Además, tal y como se plantea dentro de la perspectiva
anarcosindicalista, esta Renta sería una medida transitoria y no definitiva,
una estrategia para el reparto de la riqueza generada por la clase trabajadora
y que ahora se encuentra en manos de la Patronal y del Estado. La riqueza que crea la clase trabajadora le
es usurpada por el Estado y la Patronal, quedando nuestras obreras y obreros
todos ellos despojados de todo atisbo de dignidad en el desarrollo de sus vidas
y viéndose condenados a asumir cualquier condición laboral que se le imponga,
por precaria que sea. De esta manera, la
Renta Básica Universal se convierte en una estrategia para promover el reparto
de esa riqueza generada con el trabajo asalariado de millones de personas y
que, hasta ahora, ha sido disfrutada solamente por unos pocos cientos de ellas. En palabras de algunas compañeras y
compañeros, “se dará un paso de gigante para acabar con la precariedad, la
exclusión social y la explotación laboral, puesto que les trabajadores tendrán
cubiertas sus necesidades y negociarán condiciones ventajosas”.
Con unas mejoradas condiciones de vida de la clase trabajadora, y una vez
se haya conseguido una situación favorable que permita al obrero y a la obrera
negociar las condiciones de su salario y del desempeño de sus labores, podremos
enfrentarnos sin temores a la explotación y a las distintas reformas laborales
que se vienen sucediendo a lo largo de los distintos gobiernos y siempre a
mayor gloria del Capital y a mayor precariedad para la clase obrera. Porque, una vez el individuo vive con la
seguridad que le otorga la satisfacción de las necesidades básicas, se verá con
valor y predisposición para negarse a asumir todo aquello que considerase
injusto por lo que refiere a sus relaciones laborales con sus explotadores. Incluso ante una huelga indefinida la acción
se vería más decidida porque su pan diario no dependería del trabajo
asalariado.
Esta medida, como hemos dicho, es transitoria y debe acompañar las demás
luchas asumidas desempeñadas desde el Movimiento Libertario en General y desde
la CNT-AIT en particular, como pueden ser la reducción de la jornada laboral o
la autogestión de las empresas. El
objetivo último de la CNT-AIT y del Movimiento Libertario es la construcción de
una nueva sociedad a través de una Revolución Social que removerá los cimientos
del Estado y del Capitalismo para destruirlos sin posibilidad de vuelta atrás. En ese nuevo mundo que construiremos el
trabajo asalariado será abolido, así como también lo será el dinero, de manera
que medidas como la RBU serán directamente innecesarias y carecerán de razón de
ser.
Pero mientras se dan esas condiciones revolucionarias se defiende, desde
esta primera postura, una RBU que crearía entre la clase trabajadora una
situación de fortaleza y de seguridad que facilitarían ese proceso
revolucionario que nos lleve hasta el Comunismo Libertario. Porque de lo contrario, hasta que llegue ese
momento… ¿qué ocurre con esa clase trabajadora desheredada, aislada, sin
trabajo y sin recursos, y que no tiene posibilidades propias para poder
alimentarse o para cubrir cualquiera que sea su necesidad y la de sus
familias? ¿Se quedan sin comer hasta que
consigamos llevar a cabo la Revolución Social?
A una familia con dos hijos pequeños, por ejemplo, difícilmente le
podríamos decir: “aunque ahora no puedas comer, no temas, porque después de
nuestra lucha obrera, después de nuestras huelgas, después de nuestra acción
decidida y convencida… podrás vivir en un nuevo mundo en el que nada te
faltará. Pero hasta entonces lucha,
tengas o no tengas comida en la nevera”.
No sería justo.
Sin embargo, ¿quién nos asegura que, habiendo cubierto todas las
necesidades de vida, una clase trabajadora que no ve peligrar su dignidad
decidirá asumir un llamado a la acción revolucionaria que haga tambalear este
viejo sistema que, aunque no sea perfecto, le asegura su manutención y la de
los suyos? Si en condiciones de
precariedad los seguimientos de las Huelgas, por ejemplo, ya son escasos, ¿cómo
van a secundar huelgas salvajes e indefinidas si no perciben razón para ello en
un sistema que, al menos aparentemente, les está protegiendo?
Esta es la otra mirada hacia la RBU, la que considera que una medida de
este tipo no es asumible desde el ideario Anarquista i emancipador que
defienden la CNT-AIT y el Movimiento Libertario.
En palabras de otras compañeras y compañeros, lo que buscamos como
anarcosindicalistas “es un reparto de la riqueza, pero esa riqueza es fruto del
trabajo. Todo el capital y toda la
riqueza es producida por la clase obrera, les pertenece y lo único que hace el
capital es arrebatárselo. La misión de la clase obrera debería ser adueñarse
del fruto de su trabajo, definir en qué condiciones se debe producir y como
distribuirlo, sin intermediarios de ningún tipo”. Se crearía, además, una situación injusta e
insolidaria en la cual “una persona beneficiaria de una renta no genera
riqueza, otra persona trabajadora tendría que generarla para ella”, así que
mientras unas personas vivirían “subvencionadas por el estado, otras
permanecerían sometidas a la dictadura productiva del capital”.
Entonces, ¿cómo conseguimos ese reparto de la riqueza y del trabajo? Pues como hemos hecho desde la Sección
Española de la AIT desde hace más de 100 años: con lucha revolucionaria y
emancipadora. La dignidad de la clase
trabajadora debe conseguirse por otros medios y estrategias, como pueden ser la
reducción de la jornada laboral y de la edad de jubilación, o con la
autogestión de las empresas que echen el cierre, entre muchas otras.
Para repartir la riqueza, hay que repartir el trabajo, porque la dignidad
de las trabajadoras y trabajadores deben provenir de su emancipación, y no de
la buena voluntad de unos gestores de gobierno que, cambiado el color, cambiará
también esos gestos de buena voluntad.
Al respecto, escribía Diego Abad de Santillán en los albores de la
Revolución de 1936 que “al afrontar el problema de la transformación social, la
Revolución no puede considerar al Estado como un medio, sino que ha de apoyarse
en la organización de los productores. Nosotros
hemos seguido esta norma y no vemos necesidad alguna de que, con el fin de
establecer un nuevo orden de cosas, hayamos de suponer la existencia de un
poder superior al trabajo organizado”.
¿Y qué pasa con ese plato de comida que faltará en muchas casas hasta que
se desarrolle ese período revolucionario que tanto ansiamos? ¿Se quedan sin
comer hasta hacer la Revolución? Por supuesto que no, porque entre otros
aspectos también nos caracterizan la solidaridad y el apoyo mutuo. Las redes de solidaridad pueden dar respuesta
temporal a estas necesidades básicas, pero siempre dando a conocer el origen de
esas desigualdades y la importancia de construir una nueva sociedad desde la
lucha sin cuartel contra esos males y su génesis: el Estado y el Capitalismo. Esta lucha contra el origen de las
desigualdades se plantea ineludible, porque si solamente se actúa sobre la
capacidad adquisitiva del individuo y las familias, no se evidencia el origen
de estas desigualdades y existe el peligro de que se corra un tupido velo sobre
ellas.
¿La RBU podría cubrir las necesidades básicas de la clase obrera? Posiblemente.
No obstante, el objetivo de la CNT-AIT no solamente consiste en cubrir
las necesidades básicas del individuo, sino que va mucho más allá y pretende
romper con ese sistema creador de necesidades para construir una nueva sociedad
en la que el individuo pueda alcanzar el máximo desarrollo de su conciencia, de
su ser, de su creatividad, de su espíritu…
Y hasta que este sistema se rompa gracias a la acción decidida, el
sindicato deberá constituir el germen de esa organización entre trabajadores y
trabajadoras que les permita ejercer la solidaridad y la acción directa en
condiciones de igualdad.
Además, la RBU puede condicionar una falsa percepción de estabilidad
económica y social que impida un correcto desarrollo de la organización
proletaria ya que no se percibe esa necesidad de organización para la defensa
de unos intereses concretos.
Consecuentemente, al no favorecer una organización rebelde y
contestataria de la clase trabajadora, la función principal del sindicato como
seno de la organización obrera perdería sentido y la situación económica,
estructurada aún en mayor medida por el Estado y la Patronal, se encontraría
mucho más alejada de un posible control obrero.
Resumidamente, la RBU crearía entre la clase trabajadora una situación de
falso bienestar y de dependencia directa del Estado que restaría importancia y
validez a la lucha de clases y, por lo tanto, a la necesidad de la organización
obrera. ¿Es justo que las familias
puedan comer mientras logramos nuestras reivindicaciones? Sin duda alguna, pero… ¿es asumible la
exigencia de una Renta Universal por parte de un sindicato anarquista como
CNT-AIT? En absoluto, porque no es
coherente con nuestra línea ideológica.
Habiéndonos acercado ya al final de estas exposiciones, llega el momento
de volver a preguntarnos… ¿Renta Básica
Universal sí? ¿Renta Básica Universal no?
Aun habiendo mostrado diferentes puntos de vista resulta complicado
poder emitir una sentencia firme.
Como anarcosindicalistas, ¿estamos de acuerdo en defender una Renta
Básica Universal que permitirá mejorar las condiciones de vida de la clase
trabajadora y que, al ver ésta sus necesidades cubiertas y al encontrarse en
una situación de mayor estabilidad y seguridad vital aumentarán las
posibilidades de plantear una Revolución Social que les va a exigir grandes
sacrificios en beneficio de la Humanidad?
¿O bien esta RBU servirá para adormecer aún más a una clase trabajadora
que, viendo cubiertas esas necesidades, no verá necesidad de verse inmersa en
un proceso revolucionario de esas magnitudes?
¿Es justo pedir a la gente que tenga paciencia y hambre mientras nos
organizamos y luchamos, o estas exigencias desprenden cierto egoísmo porque
anteponen la línea ideológica a las necesidades reales? ¿Diluye esta RBU nuestra esencia
revolucionaria en beneficio de un cierto posibilismo que podría ser comparable,
por ejemplo, a la aceptación de subvenciones o a la participación en elecciones
sindicales, o bien nos deja anclados en un estricto marco ideológico que no
consigue percibir las necesidades más inmediatas de nuestro Pueblo y que,
además, no es capaz de comulgar necesidad inmediata con acción revolucionaria?
Queda claro que nuestro objetivo es una Revolución Social que nos conduzca
hacia el nuevo mundo que deseamos, y que las mejoras que deseamos tales como el
reparto del trabajo y de la riqueza deben venir a través de estrategias
revolucionarias y emancipadoras, y no a través de entes intermediarios. Pero hasta que lo consigamos, hasta que una
huelga salvaje e indefinida por la reducción de jornada, por ejemplo, o hasta
la toma y autogestión de las empresas, ¿qué decimos a esas familias que no
pueden llenar sus neveras y que viven sin luz y sin agua porque no las han
podido pagar? Esas necesidades podrían
satisfacerse con esta RBU, pero también con la solidaridad y el apoyo mutuo
desde el sindicato, mostrándolo ante el Pueblo como una de las más eficaces
herramientas para organizarse y terminar con esa situación de miseria y pobreza. ¿Mejoraría esa RBU la predisposición a
organizarse libremente para enfrentarse a la Patronal y al Estado al no temer
por su bienestar, o por el contrario la RBU frenaría esa organización obrera al
no considerarla necesaria para gozar de esa situación desahogada?
Muchas preguntas, lo sabemos. Y
ninguna respuesta hemos ofrecido aquí, también lo sabemos Pero, como hemos
dicho al principio, no pretendemos ofrecer una visión única ni consensuada
sobre el tema, ni mucho menos dar respuestas concretas. Nuestro objetivo es el de acercar a lectoras
y lectores este intercambio de pareceres que ha tenido lugar en nuestra
militancia. Hemos intentado reflejar, a
grandes rasgos, dos perspectivas muy generales al respecto de esta propuesta y
de cómo enmarcarla en nuestro discurso anarcosindicalista. Caben en el debate, por supuesto, muchos más
matices y reflexiones mucho más profundas que las aquí expresadas, con lo que
reflejar con todo detalle este debate nos supondría horas y horas de
conversación y de intercambio de opiniones que después se traducirían en
decenas, o incluso cientos de páginas que intentasen mostrarnos las diferentes
exposiciones y los intentos de consenso desarrollados.
Como siempre, donde tiene que darse el debate es en vuestras asambleas,
en vuestros puestos de trabajo, en vuestros sindicatos y grupos de afinidad…
porque allí es donde debe gestarse toda organización y acción directa que deban
llevarse a cabo desde la solidaridad y el apoyo mutuo entre iguales.
Lo que sí queda extremadamente claro es nuestro objetivo: el Comunismo
Libertario. Organízate y lucha por la
Anarquía.
Artículo aparecido en La Safor Llibertària nº 7
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